Campaña de Cuaresma 2025
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Léa, de 24 años, es enfermera psiquiátrica y madre de un niño, Adem, que pronto celebrará su primer cumpleaños. Léa ha construido su vida con su pareja, Yannéric. Y no lo cambiaría por nada del mundo, aunque "los días están bastante llenos", dice riendo. Con su apretada agenda, la preparación para ser bautizada durante la Pascua le venía como anillo al dedo.
A medida que se acerca el acontecimiento, a la joven le cuesta ocultar su emoción: "Pensaba que todo iba a empezar el día de mi bautismo, pero en realidad, todo ha empezado ya. Será una confirmación de mi fe y de mi deseo de seguir el camino de Dios".
Es un camino que en el fondo siempre ha querido emprender, pero que le ha costado un poco iniciar. Léa ingresó en los servicios de protección infantil . "Tuve una infancia bastante atípica y no pude recibir el bautismo ni crecer en la religión, aunque el deseo siempre estuvo ahí", confiesa. Dejé que las cosas sucedieran, sin tener el valor de dar el paso". Creció en una familia de acogida católica no practicante, mientras que su familia biológica era musulmana. "Cuando estaba en la universidad, quise dar el paso, pero no fue así, me hicieron entender que era un asunto delicado y no lo perseguí".

A los 17 años conoció a Yannéric y descubrió a su familia, muy comprometida con la fe. "Iba a los bautizos, a las Misas… En su casa, veía momentos de oración familiar. Eso me inspiró. Fue cuando les vi rezar e ir a Misa cuando algo encajó: sentí que pertenecía a su familia". Pero dudó durante mucho tiempo antes de dar el paso: "No me sentía legitimada. No había recibido educación religiosa, así que no sabía por dónde empezar".
Finalmente, hace dos años, estando embarazada, pidió el bautismo. "Me puse en contacto con Don Antonin, de la parroquia de Notre-Dame-en-Vaux. Me hizo algunas preguntas y luego me incluyó en un grupo de catecúmenos". "¡Todo fue tan rápido! Avanzamos a nuestro ritmo, pero ya veo lo mucho que me ha cambiado este viaje". Este verano, su hijo también se bautizará. "Quería bautizarme antes que él, para poder acompañarle en su educación religiosa. Es un paso simbólico muy fuerte".
Una fe arraigada en la vida cotidiana
Para Léa, ser cristiana significa vivir su fe día a día: "Somos humanos, pecamos, pero nuestra fe nos llama a más, nos anima a la caridad y al amor. Me apoyo en ella cada día para intentar ser mejor que el día anterior". Su trabajo como enfermera también resuena con su fe: "Estar al servicio de los demás me empuja a ser aún más empática. Rezo por mis pacientes, especialmente por los que sufren adicción, para que tengan la fuerza de superar sus calvarios. En esta profesión hay que tener convicciones y valores fuertes, y la fe me apoya aún más en esta misión".
Después del bautismo, a Léa le gustaría unirse al grupo de oración de madres. "Es un encuentro entre mamás, nos reunimos para rezar a la Virgen María por nuestras familias", explica. "Me encantaría poder dedicarle este tiempo el año que viene".
Una cosa es segura, tiene muchas ganas de implicarse en su parroquia. "Me recibieron muy bien cuando llegué", dice, "siempre me encuentro con personas que se alegran de vernos progresar en nuestra fe, que nos animan". A partir de ahora, me toca a mí también acoger y animar a la gente", prosigue Léa. La fe no es solo para los "elegidos", ¡es para todos!
