Campaña de Cuaresma 2025
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El capitán de la Vendée Globe, Fabrice Amedeo, relata a Aleteia su conversión en océano, frente a Notre-Dame de Rocamadour. La noche del 1 de enero, vio una magnífica aurora austral. "En ese preciso momento, tuve la impresión de ser envuelto", cuenta a Aleteia. "Sentí que un amor inmenso me envolvía y me habitaba: nunca había sentido nada igual en mi vida".
"Cuando el padre Florent (rector del santuario de Rocamadour, nota de la redacción) se ofreció a bendecir mi barco, me dije que si aceptaba, no había mucho que perder. El padre bendijo mi barca y me regaló una pequeña estatuilla de Nuestra Señora de Rocamadour. No está de más partir con la Virgen a bordo".
Fabrice comparte que, durante los 114 días que paso en el océano, paso por momentos difíciles en los que empezó a rezarle a Nuestra Señora de Rocamadour para pedirle que lo protegiera. "Pero no lo creía realmente, solo lo hacía para consolarme. Cuando llegué al Pacífico, me dije que sería bonito que el Pacífico estuviera en paz. Así que seguí rezando por ello".
La noche del 1 de enero, como era de costumbre, comenzó a rezar su pequeña oración de agradecimiento, entonces escuchó un ruido en la cubierta que lo sacó de sus casillas. "Miré al cielo y mi vista se fijó en un gran arco verde que había sobre mí".
Después de timar su vela, volvió a bajar para terminar su oración y al volver a subir vio una magnífica aurora austral. "En ese mismo momento, sentí como si me envolvieran. Sentí que un amor inmenso me envolvía y habitaba, algo que nunca había sentido en mi vida. He tenido muchas experiencias estéticas en 20 años de regatas oceánicas, pero nunca había sentido este amor. Tenía la absoluta convicción de que no estaba solo y de que estaba protegido".


