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Aurélie, futura bautizada: “Me encanta en lo que me estoy convirtiendo desde que tengo a Jesús”

Aurélie, catéchumène et future baptisée

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Agnès Pinard Legry - publicado el 18/03/25
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"Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Miles de catecúmenos de todo el mundo se preparan para escuchar estas palabras la noche de Pascua, cuando reciban el bautismo. A lo largo de la Cuaresma, Aleteia cuenta las historias de estos hombres y mujeres felices de convertirse en hijos de Dios. Hoy Aurélie, una conductora de camiones de 21 años, nos confiesa que se convirtió al conocer a una pareja de agricultores católicos

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Si hay algo a lo que Aurélie está ferozmente apegada es a su independencia. Y su libertad. A sus 21 años, la joven ha elegido conducir un camión frigorífico en la región francesa de Aude. Al volante de su vehículo, está sola; pero no del todo, porque Dios está con ella. Mientras se prepara para ser bautizada durante la Vigilia Pascual, nos confía con toda modestia y sencillez al Jesús que conoció a través de Christophe y Catherine, una pareja de campesinos católicos que conoció mientras realizaba un curso de formación.

Todavía en el Liceo Agrícola, está comprometida al 100% con sus prácticas. Muy trabajadora, se gana rápidamente la confianza de Christophe y Catherine, y con el paso de los días se da cuenta de "pequeños detalles" que le llaman la atención, como "la oración en la mesa". "Ni siquiera sabía que todavía había gente que iba a Misa regularmente", dice. Pero, sobre todo, este hogar desprende una amabilidad y calidez que ella nunca había encontrado. "Perdí a mi padre y era alcohólico, así que fue un poco complicado a nivel familiar", resume con sobriedad. Con su madre, profundamente enemistada con la religión, la corriente es eléctrica. En cuanto a sus dos hermanas, ya no habla con ellas.

Así que, al lado de Christophe y Catherine, y su familia, se sintió un poco como en casa. "Me daba un poco de vergüenza porque no estaba acostumbrada a ver tanta amabilidad", intenta quitarle importancia, aunque la emoción se cuela en su voz. "Pero también me sorprendió, quería tener esto: amabilidad y no violencia".

Una amabilidad que también encontró en su formación: "Cuando hacía travesuras, nunca me gritaban ni me hacían sentir mal por haber hecho algo mal", asegura. "Siempre me explicaban lo que estaba mal para que no volviera a ocurrir y para que pudiera hacerlo la próxima vez", recuerda.

Misa "como una llamada"

El primer curso llevó a un segundo, en el que decidió preguntar directamente a Christophe por la fe que tanto brilla en su casa. "Le pregunté qué era la fe, por qué era creyente y qué era la Misa", cuenta Aurélie. "Y luego le pedí ir a Misa solo para ver, por curiosidad". Al cabo de unos domingos, sintió la necesidad de ir "como una llamada".

Cuanto más descubre a este Dios que ama y perdona, cuanto más tiempo pasa con Christophe y Catherine, más se da cuenta de lo que puede cambiar en su vida.

"Sentí que apoyándome en Jesús, podía a su vez cambiar cosas en mi vida para ser más feliz y sobre todo compartir esta alegría con los que me rodean"

La joven decidió dar un paso hacia su familia. "Esperé al cumpleaños de una de mis hermanas para retomar el contacto", recuerda. "Éramos vecinas y ya no nos hablábamos, así que ese día le hice un regalo y fui a dárselo. Nos llevamos 13 años de diferencia y tenemos caracteres muy distintos, pero el gesto la emocionó y desde entonces somos hermanas de verdad". Luego le tocó el turno a su madre. "Siempre me he precipitado con mi madre", confiesa. "Pero justo cuando la acusaba de todos los males, me di cuenta de que yo tampoco tenía un carácter fácil. Decidí hacer un esfuerzo, simplemente tener más cuidado". Y Aurélie prosigue: "No podía limitarme a recibir, también tenía que dar". Al cabo de uno o dos años, al darse cuenta de que "esta forma de ser, de pensar y de vivir no es tan mala", se lanzó al catecumenado y eligió a Christophe como padrino.

Aurélie acompañada de su padrino Christophe

A medida que se acerca el día de su bautizo, Aurélie se emociona. Pero no quiere exagerar. "Me encanta en lo que me he convertido desde que Jesús está en mi vida", resume. "He aprendido a dar las gracias por lo que tengo, por lo que he llegado a ser, y estoy decidida a seguir adelante". Un testimonio que ya ha dado sus frutos: su madre, que antes se negaba a ir a Misa, ha aceptado acompañarla en varias ocasiones. "¡Es como si hubiera redescubierto el gusto por la fe! ".

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