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Cuaresma: una pregunta para hacer antes de ayunar sin pensar

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Olivier Catel - publicado el 06/03/25
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La Biblia enseña que la manera correcta de ayunar es dar al prójimo el lugar que le corresponde, inscribiendo el ayuno en la caridad

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Al comenzar la Cuaresma, se plantea de nuevo, como cada año, la cuestión del ayuno. En nuestra sociedad de abundancia de alimentos, algunas personas optan por una feliz sobriedad. Reducen su dieta y evitan los excesos. Otros, en busca del bienestar personal, esperan purificar su cuerpo y despejar su mente.

Los musulmanes, con su ayuno del Ramadán, interpelan a los cristianos sobre sus propias prácticas de ayuno. Los católicos, por su parte, dudan a menudo entre prácticas simbólicas como renunciar a un cuadrado de chocolate o comer un cuenco de arroz los viernes.

Pero antes de saber cómo ayunar, necesitamos saber por qué. Esto significa redescubrir la dimensión comunitaria del ayuno tal como se describe en la Biblia. En el Antiguo Testamento, además del gran ayuno penitencial del Yom Kippur, los israelitas ayunaban en señal de duelo, para implorar la protección de Dios ante el peligro, pedir perdón y practicar la penitencia.

Quienes ayunan se debilitan físicamente y se empobrecen ante Dios y, en una imagen especular, reconocen la omnipotencia de Dios. El ayuno tiene, pues, múltiples significados.

El aspecto comunitario del ayuno

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A modo de guía, veamos tres ejemplos en los que la Biblia hace hincapié en el aspecto comunitario. En el libro de Jonás, el profeta advierte a los habitantes de Nínive de que serán destruidos si no se convierten. En respuesta, todo el pueblo, incluidos el rey y el ganado, ayunan colectivamente.

Este ayuno colectivo animó a Dios a perdonar a la ciudad, lo que ilustra la importancia de ayunar juntos. Cuando un problema afecta a toda la comunidad, como los abusos en la Iglesia, la respuesta es comunitaria; razón por la cual el Papa convoca a veces a toda la Iglesia a ayunar.

Tras el episodio del becerro de oro, Moisés sube al Sinaí para rogar a Dios que no destruya a Israel (Dt 9, 18). Moisés, aunque inocente, actúa como intercesor y nos recuerda que, también hoy, podemos ayunar por los que amamos y sufren, y nuestro ayuno puede fortalecer nuestra oración.

También debemos redescubrir la dimensión social y ética del ayuno, como nos pide el profeta Isaías (c. 58). Los hijos de Israel eran buenos ayunadores: ayunaban para acercarse a Dios y así pensaban que Dios les concedería automáticamente lo que pedían, pero olvidaban que la práctica del ayuno solo tiene verdadero sentido si quien ayuna respeta al prójimo y no lo oprime.

El "ayuno que agrada a Dios" es un ayuno en el que se libera al prisionero y se viste y alimenta al pobre. Solo se puede estar más cerca de Dios acercándose al prójimo.

Jesús no da instrucciones

Jesús en el desierto tentaciones

El Nuevo Testamento dice muy poco sobre el ayuno y no da ningún mandamiento. Jesús ayunó cuarenta días en el desierto, pero ¿deberíamos hacer nosotros lo mismo? Este ayuno fue una prueba muy personal para Jesús, en la que Satanás puso a prueba su mesianidad y divinidad.

Cuando los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos le preguntan a Jesús por qué sus discípulos no ayunan, Jesús les explica que ayunar con tristeza esperando al Mesías no tiene sentido cuando "el Esposo" está con ellos. "Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán." (Mt 9,15).

En Mt 6,18, Jesús nos exhorta a ayunar discretamente, sin dar órdenes ni directrices sobre la duración del ayuno: hace hincapié en nuestra relación íntima con el Padre. El Evangelio de Juan no menciona el ayuno, y el apóstol Pablo solo lo toca para criticarlo en 1 Tim 4.

Algunas reglas sencillas

Por último, un antiguo texto cristiano, El Pastor de Hermas (principios del siglo I), nos ayuda a comprender cómo ayunar. Hay dos maneras de ayunar. La forma menos perfecta consiste en reducir la ingesta de alimentos para controlar las pasiones y evitar pecar.

La manera más perfecta consiste en privarse voluntaria y parcialmente de alimentos -abstinencia- sin hacerse daño, comiendo solo pan y agua, calculando el dinero ahorrado y dándolo después a los pobres que pasan hambre involuntariamente.

El pobre, así alimentado, expresa su gratitud a Dios por la generosidad de su benefactor, y Dios, a cambio, concede gracias espirituales al dador.

Esta práctica perfecta y santa es una magnífica ilustración de la comunión de los santos, es decir, de la circulación de la caridad y de la gracia. Ofrece un modelo inspirador para guiar nuestras propias prácticas. Debemos redescubrir esta dimensión colectiva y social que da al prójimo el lugar que le corresponde.

Para ayunar inteligentemente esta Cuaresma, hay algunas reglas sencillas. No ayunes principalmente para "hacerte daño", sino para dejar espacio a Dios y al prójimo. ¿Un cuadradito de chocolate? ¿Por qué no? Pero pon la cantidad ahorrada en una alcancía y dásela a los pobres (doblándola si puedes).

También sería una buena idea, si es posible, reunirse los viernes de Cuaresma para ayunar juntos, rezar y pedir al Espíritu Santo que nos ilumine a nosotros y a este mundo.

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