En el Evangelio del día, Jesús nos invita a reflexionar sobre las verdaderas bendiciones de Dios, que no se encuentran en la riqueza o el poder, sino en la humildad, el sufrimiento por la justicia y la fidelidad a Él.
Nos anima a ver más allá de los valores mundanos y a encontrar consuelo en las promesas divinas, que son eternas y no dependen de lo que el mundo valora.
En la reflexión que el padre Giovanni hace, nos comparte más a detalle este pasaje:
¿Qué significa realmente ser bendecido?
El mundo dice que eres bendecido si tienes éxito, dinero, poder y reconocimiento. Pero Jesús dice algo totalmente diferente.
"Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Bienaventurados los que lloran, porque reirán."
Jesús le da la vuelta a todo. No dice que la riqueza, la comida o la felicidad sean malas, sino que la verdadera bendición no está en lo material, sino en confiar en Dios.
Porque los que hoy sufren pero ponen su esperanza en Dios serán levantados. Los que son rechazados por seguir a Cristo, un día serán reconocidos en el cielo.
Pero Jesús también lanza una advertencia:
"¡Ay de ustedes, los ricos, porque ya han recibido su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están saciados, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán el llanto!"
No es que tener riquezas o alegrías sea malo. El problema es cuando nos aferramos tanto a lo material que nos olvidamos de Dios. Cuando el éxito nos aleja de la fe. Cuando la comodidad nos hace indiferentes al sufrimiento de los demás.
Jesús nos está preguntando: ¿Dónde está tu confianza? ¿En el dinero, en los aplausos, en el placer? Porque si construyes tu vida sobre eso, un día lo perderás.
Pero si tu vida está cimentada en Dios, tendrás una felicidad que nada ni nadie podrá quitarte.
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