Llevar una vida santa no es sencillo, hay que ser perseverante y permanecer unido a Dios en la oración y el cuidado de la propia conducta, consigo mismo y con los demás. Por eso, san Ignacio de Loyola es un buen modelo a seguir.
El santo es muy conocido porque luego de una vida de vanidad en la corte, y luego como soldado, fue gravemente herido y comenzó su conversión, llegando a ser sacerdote y fundador de la Compañía de Jesús.
Desarrolló sus famosos ejercicios espirituales que hasta hoy día siguen practicándose.