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La "Cristiada" no es una película ni una novela, se trata de uno de los episodios más dramáticos ocurridos en México a principios del siglo XX, de donde surgieron miles de mártires que ofrendaron su vida para defender a la Iglesia católica de los abusos del gobierno callista.
Origen de la Acción Católica
La Acción Católica fue fundada por Pío X en 1905, pero el papa Pío XI (1922-1939), la configuró definitivamente en su encíclica Ubi Arcano Dei del 23 de diciembre de 1922, exhortándolos a continuar con su labor apostólica:
"... también nos referimos a la santa batalla librada en tantos frentes para reivindicar para la familia y la Iglesia los derechos naturales y divinamente dados que tienen sobre la educación y la escuela; finalmente, incluimos entre estos frutos de piedad todo ese grupo de movimientos, organizaciones y obras tan querido a Nuestro Paternal corazón que se llama 'Acción Católica', y en el que Nos hemos interesado tan intensamente".
El Papa continúa animando a los grupos a mantenerse vivos:
"Todas estas organizaciones y movimientos no sólo deben continuar existiendo, sino que deben desarrollarse cada vez más, según lo exijan las condiciones de tiempo y lugar. No cabe duda de que estas condiciones son a veces muy difíciles y exigen a los pastores y a los fieles una cantidad cada vez mayor de sacrificios y de trabajo. Pero, siendo tal trabajo vitalmente necesario, es sin duda parte esencial de nuestra vida cristiana y del ministerio sagrado y, por tanto, está indisolublemente ligado a la restauración del Reino de Cristo y al restablecimiento de esa verdadera paz que sólo puede encontrarse en su Reino: 'La paz de Cristo en el Reino de Cristo'".
Un llamado muy actual, por cierto.
La Acción Católica en México
Fue antes de la guerra -que el historiador Jean Meyer nombra "Cristiada"- que se conformó la organización de laicos católicos mexicanos para defender a la Iglesia y su clero de los embates del gobierno.
Uno de sus representantes más destacados fue Anacleto González Flores, quien llamó a una resistencia civil y pacífica. El beato, extraordinario orador, se apoyó de otros oradores que conminaban a la población a no consumir bienes superfluos, a caminar en vez de usar transporte, a ser austeros para obligar al gobierno a entrar en razón y derogar su infame ley.
Católicos de todas las edades se unieron. Sin embargo, la historia consta que el movimiento pacifista no pudo ser mantenido por más tiempo, dando inicio la lucha armada, en la que peleaban por la suspensión de la Ley Calles.
Miles derramaron su sangre valientemente. La guerra iniciada en 1926 se prolongó en algunas partes hasta 1940.
Hoy tenemos una veintena de santos que dieron testimonio de su fe en esos tiempos, pero la Acción católica sigue viva y de ahí derivaron los movimientos y asociaciones laicales que trabajan incansablemente para extender el Reino de Dios.