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Pirámides, volcanes, canales, chinampas. Las flores tapizan el suelo, se escucha el canto de los pájaros y el cielo transparente… El paraíso mismo. Eso fue lo que pensó Francisco de Manjarres, un joven sacerdote, cuando llegó por mandato a Iztacalco.
Tenía solo 15 años cuando llegó a México. Inmediatamente comenzó su formación como religioso y, después de un tiempo, fue enviado al templo de san Pablo para hacerse cargo de la evangelización en toda la región, incluida la población de Iztacalco.
Este hombre humilde, que vivió con rectitud sus votos, quedó absolutamente maravillado con el pueblo de Iztacalco. Su fascinación por este lugar fue tan grande que mandó construir una capilla en donde pudiera residir permanentemente, sin la necesidad de volver al templo de san Pablo, donde se hospedaba mientras realizaba su misión.
Así, en 1540, comenzó la construcción de lo que hoy conocemos como Templo de san Matías. Para 1550, la capilla no fue suficiente, por lo que se colocó la primera piedra de un convento franciscano y un templo.
Un inesperado patrono para el templo
Francisco Cázares Alvarado, cronista, narra que, originalmente, el patrón del templo sería san Joaquín. Sin embargo, cuando el recinto aún se encontraba en construcción la imagen de san Matías apóstol llegó para no volver a irse jamás.
“Un día en que por el canal de la Viga venía una trajinera, se soltó una tormenta de viento, granizo y lluvia que obligó a los que en ella venían a detenerse en el templo, que estaba todavía en construcción, y pedir permiso al fraile para llevar la imagen que traían de san Matías Apóstol.
El padre los recibió con gusto, pero cuando la tempestad pasó y quisieron cargar al santo, ya no pudieron por lo pesado que se había puesto”.
Esta procesión estaba integrada por 15 personas, de las cuales, cuatro intentaron, sin éxito, cargar la imagen en repetidas ocasiones. Fue entonces cuando el fraile entendió que san Matías estaba eligiendo este templo como su nuevo hogar.
Una prueba más de san Matías
Con el deseo de comprobar este inesperado deseo de san Matías, el fraile mandó llamar a un poblador de Iztacalco, quien levantó la imagen sin ningún problema.
Al ver esto, los peregrinos intentaron, nuevamente, levantar su imagen para continuar su recorrido y volver a su población de origen, San Andrés Tetepilco. No lo consiguieron. Lo intentaron tres veces más. Fracasaron nuevamente.
Tomándolo como una señal divina, el fraile ordenó que la imagen permaneciera en el templo.
Ante la tristeza de ver perdida su imagen, el fraile les compensó con tierras. Pero, a la historia del patronazgo de san Matías sobre Iztacalco, aún le quedaba un giro final.
“No hay ley humana que puedo arreglar esto”
¿Qué son unas tierras frente a un santo a quien se le tiene aprecio? Los pobladores de San Andrés Teteplico estaban molestos. Negados a desprenderse de esa imagen, la llevaron de regreso con gran dificultad. Hicieron falta una carretilla y varias cuerdas.
A la mañana siguiente, al abrir el templo para continuar con las tareas de construcción, la imagen de san Matías estaba de vuelta. Los habitantes de san Andrés regresaron al templo de Iztacalco para despedirse de la imagen.
“Al verlos, el padre les dijo ‘Ya ven, son cosas del Altísimo y no hay ley humana que pueda arreglar esto’. La gente comenzó a llorar y los nativos de Iztacalco los dotaron de varias tierras de repartimiento tipo calpulli”.
De esta forma, el paraíso natural de Iztacalco ganó el patronazgo de san Matías, quien eligió, no solo el templo, sino a su gente.
Una de 300 edificaciones
La construcción del Templo de san Matías tomó 17 años y la imagen de san Joaquín, quien originalmente sería el patrono, se colocó en un cuarto aledaño del templo, donde permaneció durante cientos de años. Es parroquia desde 1726.
El Archivo General de México reconoce que hay una gran posibilidad de que Claudio de Arciniega haya sido el arquitecto encargado de su construcción; quien también construyó la primera catedral de México.
En 1993 fue declarado monumento histórico y está inscrito en el Catálogo de Monumentos Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Esta fue una de las 300 capillas que se construyeron gracias a fray Pedro de Gante en la Ciudad de México.