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Jansenismo: comprender un viejo desafío en la Iglesia de hoy

Cornelius Jansen (1585-1638), évêque d'Ypres et précurseur du jansénisme.

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Daniel Esparza - publicado el 10/11/24
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La encíclica del Papa Francisco recuerda a los fieles los peligros de una espiritualidad sin alegría, desencarnada y divorciada del corazón compasivo de Cristo.

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En su reciente encíclica sobre el Sagrado Corazón de Jesús, el Papa Francisco nos recuerda la llamada intemporal a una espiritualidad basada en el amor, una llamada que resiste a las distorsiones antiguas y contemporáneas de la fe. Sus palabras abordan la preocupación de que, dentro de la Iglesia actual, nuevas formas de dualismo, que recuerdan al jansenismo, amenazan el tierno corazón del cristianismo.

¿Qué es el jansenismo?

El jansenismo, un movimiento teológico del siglo XVII, se basó en gran medida en la gracia divina a expensas de la libertad humana, reduciendo la fe a doctrinas rígidas y a una visión dura de la salvación.

Esta perspectiva, dice el Papa, aún persiste, no en su forma original, sino a través de un omnipresente sentido de obligación religiosa carente de alegría e intimidad con Dios.

Para contrarrestar esto, el Papa pide una devoción renovada al Sagrado Corazón de Jesús, una devoción que contrarreste estas espiritualidades rígidas y abra a los creyentes al amor y la misericordia ilimitados de Dios.

El jansenismo se originó en la Francia y los Países Bajos del siglo XVII como una interpretación intensa y rigurosa de la doctrina católica basada en las ideas teológicas de Cornelius Jansen, obispo y teólogo holandés.

La obra de Jansen Augustinus, publicada póstumamente, se basaba en las enseñanzas de San Agustín, especialmente en sus doctrinas sobre la gracia y la naturaleza humana, que Jansen interpretaba como una casi negación del libre albedrío humano.

Esta interpretación se difundió rápidamente y ganó influencia en los círculos intelectuales franceses, sobre todo a través de la abadía de Port-Royal, que se convirtió en un centro del pensamiento jansenista.

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Creencias y prácticas fundamentales

En su esencia, el jansenismo hacía hincapié en la total dependencia de los seres humanos de la gracia de Dios, pero también presentaba una visión sombría de la salvación, llegando a afirmar que solo un pequeño grupo predestinado podía alcanzarla.

Esta visión disuadió a muchos católicos de acercarse libremente a los sacramentos, ya que llegaron a ver su propia indignidad como un obstáculo casi insuperable.

La devoción y la observancia religiosa pasaron a estar marcadas por una rígida autodisciplina, la sospecha de la alegría y la falta de confianza en la misericordia y el amor de Dios, una espiritualidad que contrastaba fuertemente con el énfasis católico en el libre albedrío y la llamada universal a la santidad.

Decadencia y legado

A medida que el movimiento se extendía, atrajo fuertes críticas de la jerarquía católica. El Papa Inocencio X condenó las enseñanzas jansenistas como heréticas en 1653, subrayando que las doctrinas de la gracia de Jansen contradecían la doctrina católica.

Durante el siglo siguiente, los papas posteriores condenaron el jansenismo, y su influencia fue disminuyendo gradualmente.

Sin embargo, sus efectos perduraron, especialmente en ciertas formas de excesiva escrupulosidad y rigidez moral dentro de algunas comunidades católicas.

Hoy, la encíclica del Papa Francisco sobre el Sagrado Corazón reafirma el rechazo de la Iglesia al jansenismo.

Recuerda a los fieles los peligros de una espiritualidad sin alegría, desencarnada y divorciada del corazón vivo y compasivo de Cristo.

La llamada del Papa a redescubrir una fe viva en la gratitud, la humildad y la intimidad con Dios ofrece un camino más allá de los dualismos y las divisiones dejadas por el jansenismo.

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