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Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy el Evangelio de san Marcos (Mc 12, 38-44) nos presenta dos escenas que nos invitan a reflexionar sobre el verdadero sentido de la generosidad y la autenticidad en nuestra relación con Dios. En un contraste claro, Jesús nos muestra la actitud de los escribas, quienes buscaban reconocimiento, y la humildad de la viuda pobre, que da todo lo que tiene.
1La advertencia contra los falsos maestros
Jesús comienza advirtiendo contra los escribas, aquellos que deberían ser guías del pueblo, pero que en su comportamiento y actitud demuestran lo contrario. Jesús señala que se aprovechan de su posición para buscar honores y exhibirse ante los demás, disfrutando de los mejores lugares en las sinagogas y las salutaciones en las plazas. Pero lo que realmente les define es su falta de compasión, ya que "devoran las casas de las viudas".
Este es un recordatorio fuerte para nosotros. Jesús nos invita a no caer en la tentación de hacer de nuestra fe un medio para obtener reconocimiento o estatus. La verdadera piedad y el servicio a Dios no se ven en las apariencias, sino en la sinceridad de nuestro corazón y en cómo vivimos nuestra relación con Él, especialmente en los momentos de humildad y sacrificio.
2EL EJEMPLO DE LA VIUDA POBRE
En el contraste, Jesús observa a una viuda pobre que, a pesar de su extrema pobreza, da todo lo que tiene para vivir, dos moneditas, que en la cultura de su tiempo eran casi nada. Sin embargo, para Jesús, lo que cuenta no es la cantidad, sino la calidad del sacrificio. Esta viuda no da de lo que le sobra, sino que da lo más precioso que tiene, confiando plenamente en Dios.
La generosidad de la viuda nos enseña que lo que Dios valora no es tanto lo que damos, sino cómo lo damos. La cantidad no importa tanto como la actitud con la que damos. Ella da todo lo que tiene, y eso es lo que la hace grande ante los ojos de Dios. Es una generosidad que viene del corazón, sin esperar nada a cambio.
3El llamado a la generosidad auténtica
Jesús nos invita a reflexionar sobre nuestra propia generosidad. ¿Estamos dando lo mejor de nosotros mismos a Dios y a los demás? ¿O solo ofrecemos lo que nos sobra, lo que nos resulta fácil o conveniente? La viuda pobre nos recuerda que la generosidad auténtica implica sacrificio, entrega y confianza en que Dios proveerá.
Cada uno de nosotros es llamado a dar no solo en términos materiales, sino también en tiempo, talento y amor. A veces, nuestras "monedas" no son solo dinero, sino el tiempo que dedicamos a nuestra familia, la atención que ofrecemos a los necesitados, o el esfuerzo que ponemos en hacer el bien. Todo esto es lo que realmente muestra nuestra fe y nuestra disposición a seguir a Cristo.
4Aplicación para nuestra vida
Este Evangelio nos invita a examinar nuestra vida y nuestra relación con Dios. ¿Cómo estamos viviendo nuestra fe? ¿Estamos buscando reconocimiento o actuando con humildad? ¿Damos generosamente o solo lo que nos sobra? La viuda pobre nos invita a darlo todo, confiando en que lo que damos con amor y generosidad es bien recibido por Dios.
Conclusión
Queridos hermanos, la generosidad no se mide por la cantidad, sino por el sacrificio y la pureza de nuestra intención. Jesús nos muestra que la verdadera grandeza ante Dios no está en la apariencia, sino en la entrega sincera y total. Que sigamos el ejemplo de la viuda pobre, dispuestos a dar todo lo que somos y tenemos, con confianza en que Dios siempre cuidará de nosotros.
Amén.
Domingo XXXII del Tiempo Ordinario
Segunda lectura: Heb 9, 24-28
Evangelio: Mc 12, 38-44