La vida está colmada de decisiones que nos llevan a escoger entre varios caminos, pero rara vez tenemos la seguridad necesaria para entender que hemos elegido la mejor.
Por esa razón, tener la certeza de que no hay una mejor opción que la que tomamos en su momento, es lo que llamamos "seguridad interior".
Pero, ¿cómo se llega a ella?
Escucha a tu conciencia
El Catecismo de la Iglesia católica nos alerta:
"Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral (cf Rm 2, 14-16) le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas [...] El hombre prudente, cuando escucha la conciencia moral, puede oír a Dios que le habla" (CEC 1777).
Un primer paso será, entonces, escuchar la voz de nuestra conciencia. Comprender si lo que queremos realizar es bueno nos dará una panorama más claro sobre lo que tendremos que hacer.
Y para ello es indispensable discernirlo bien.
Entrar muy dentro de sí mismo
Continúa el Catecismo:
Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización:
"Retorna a tu conciencia, interrógala. [...] Retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que hagáis mirad al testigo, Dios" (San Agustín, In epistulam Ioannis ad Parthos tractatus 8, 9) (CEC 1779).
Orar al Espíritu Santo
Una vez hecha una seria reflexión, es momento de entregarle a Dios nuestros deseos. El Espíritu Santo actúa en las almas dóciles y soplará sobre nosotros para iluminarnos.
Nadie que ore de corazón queda defraudado. Solo así llegará la certeza y podremos decir, porque seguramente lo sentiremos, que hemos llegado a la seguridad interior de que estamos haciendo lo mejor.
Por supuesto, Dios se presenta ante nosotros como mejor le parece, por eso pudiera ser que alguien sienta un fuerte llamado con esa certeza de forma inmediata e irrebatible.
Pero en la vida cotidiana, no hay mejor fórmula que ponerse en las manos de Dios, como dice el libro de Proverbios (3, 5-6):
"Confía en el Señor y de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; reconócelo a él en todos sus caminos y él allanará tus senderos".