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Purificar el alma es el primer paso de la vida espiritual

Kobieta klęczy w kościele i modli się z uniesionymi rękoma
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Philip Kosloski - publicado el 14/09/24
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Si queremos mantener nuestra vida espiritual sana, debemos renunciar a nuestros pecados pasados y purificar nuestra alma de nuestros apegos terrenales

Hay una variedad de cosas que podríamos hacer para tener una vida espiritual sana, pero hay algo que muchos santos sugieren que hagamos antes que nada. Lo primero que tenemos que hacer es renunciar a nuestros pecados pasados y presentes. Necesitamos desprendernos de nuestro modo de vida pecaminoso para abrazar una nueva vida de gracia y purificar nuestra alma.

Purificar el alma

San Francisco de Sales explica este primer paso en su Introducción a la vida devota:

"Cuando la hija de una tierra extraña estaba a punto de desposarse con un israelita, la ley le ordenaba despojarse de la vestidura de su cautiverio, cortarse las uñas y afeitarse la cabeza; así también el alma que aspira a la dignidad de convertirse en esposa de Cristo, debe despojarse del hombre viejo y revestirse del hombre nuevo, abandonando el pecado: además, debe cortar y afeitar todo impedimento que pueda obstaculizar el Amor de Dios".

Y añade: "El primer paso hacia la salud espiritual es purgarnos de nuestros humores pecaminosos".

Un largo camino

Además, aunque a veces una persona puede purgarse de su anterior modo de vida en un instante, para la mayoría de nosotros es un largo camino:

La purificación ordinaria, ya sea del cuerpo o del alma, solo se logra por grados lentos, paso a paso, gradual y dolorosamente. Los ángeles de la escala de Jacob tenían alas, pero no volaban, sino que subían y bajaban los peldaños en el orden debido. El alma que se eleva desde fuera del pecado a una vida devota ha sido comparada con la aurora, que no desvanece las tinieblas de repente, sino poco a poco.

La buena noticia

Esta es una buena noticia para muchos de nosotros, ya que es difícil desprendernos de nuestros pecados. Podemos desear el desapego, pero en la práctica, caemos continuamente en los viejos hábitos.

Tenemos que ser pacientes con nosotros mismos y dejar que el perdón de Dios inunde nuestra alma. Cuanto más abiertos estemos al amor de Dios, más rápidamente podremos divorciarnos de nuestra vida de pecado.

Si alguna vez nos sentimos estancados en la vida espiritual, debemos considerar nuestros pecados principales y tratar de purificarlos primero, antes de intentar cualquier otro tipo de práctica espiritual.

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