Para un observador externo puede parecer que los sacerdotes católicos perdonan los pecados cada vez que alguien se confiesa. El sacerdote dirá incluso: "Te absuelvo de tus pecados" durante el sacramento. Sin embargo, es importante recordar que es Jesucristo quien perdona nuestros pecados, no el sacerdote.
Jesucristo actúa a través de la Iglesia
El Beato Isaac de Stella ofrece una hermosa reflexión sobre esta verdad espiritual en un sermón que se utiliza en el Oficio de Lectura:
"La prerrogativa de recibir la confesión de los pecados y el poder de perdonarlos son dos cosas que pertenecen propiamente solo a Dios. Debemos confesarle nuestros pecados y pedirle perdón. Puesto que solo Él tiene el poder de perdonar los pecados, es a Él a quien debemos hacer nuestra confesión".
Si bien es cierto que solo Dios perdona nuestros pecados, Dios también instituyó una Iglesia y la hizo su instrumento de reconciliación:
"Así que todo lo que pertenecía a la novia era compartido por el novio, y aquel que no había hecho ningún mal y en cuyos labios no se encontraba ningún engaño podía decir: Ten piedad de mí, Señor, que soy débil. Así, compartiendo como compartía la debilidad de la novia, el esposo hizo suyos sus gritos de angustia y entregó a su esposa todo lo que era suyo. Por eso, también ella tiene la prerrogativa de recibir la confesión de los pecados y el poder de perdonarlos, que es la razón del mandato: Ve, muéstrate al sacerdote".
El perdón de los pecados
Jesús estableció una Iglesia y es a través de ella que perdona nuestros pecados. La Iglesia en sí no tiene el poder de perdonar, sino solo Dios, que actúa a través de la Iglesia:
La Iglesia es incapaz de perdonar ningún pecado sin Cristo… No destruyas a Cristo entero separando la cabeza del cuerpo, porque Cristo no está completo sin la Iglesia, ni la Iglesia está completa sin Cristo. Cristo entero y completo es cabeza y cuerpo. Por eso dijo: Nadie ha subido jamás al cielo, sino el Hijo del Hombre, cuya casa está en el cielo. Él es el único que puede perdonar el pecado.
La confesión es un hermoso sacramento de encuentro, en el que experimentamos el perdón de los pecados de Dios a través de un sacerdote.