En Dili, el 10 de septiembre de 2024, el Papa Francisco celebró una Misa en la inmensa explanada de Taci Tolu, en presencia de 600 mil personas, casi la mitad de la población de Timor Oriental. En un país donde el 97% de la población es católica, el Papa elogió a la juventud y a la familia, que deben ser protegidas, y alabó la humildad de Dios.
Muchas personas habían llegado la víspera a la gran explanada de tierra de Taci Tolu, un enorme campo situado en la periferia occidental de Dili, entre la costa y un lago protegido por una reserva natural. Fue aquí donde en 1989, cuando Timor Oriental estaba ocupado por Indonesia, Juan Pablo II celebró una Misa, una elección simbólica ya que muchos timorenses habían sido masacrados aquí.
Treinta y cinco años después, "los frutos de aquella visita han dado sus frutos", dice la "hermana María", una monja de 52 años encargada de una de las muchas "capillas" que se han levantado en la explanada -dentro de tiendas de campaña- para dar tiempo a la adoración eucarística y guardar las hostias consagradas. Confiesa que quiso hacerse monja después de venir a ver al Papa polaco.
Desde entonces se ha construido una capilla a la entrada de la explanada, siguiendo el modelo de la uma lulik, el lugar de culto tradicional del país, reconocible por su construcción sobre pilotes y su tejado puntiagudo. El martes, decenas de miles de timorenses pasaron por delante de este monumento a la historia del país para ver al Papa Francisco.
Fieles en los árboles para ver al Papa
El gran número de fieles se distribuyó en las 26 enormes zonas delimitadas por los organizadores, frente a una gran plataforma cubierta por un toldo blanco.
Bajo un sol abrasador y un calor amplificado por la humedad, oleadas de fieles acudían a llenar la vasta superficie con provisiones para soportar las largas horas de espera. La impresión de marea humana se acentuó con el despliegue de miles de paraguas con los colores blanco y dorado del Vaticano.
A falta de espacio, muchos timorenses ocuparon los terrenos circundantes, aunque no ofrecían ninguna vista del altar ni de las escasas pantallas gigantes. Desde los árboles, los tejados de los coches y los remolques de los camiones, grupos de fieles treparon para vislumbrar al pontífice argentino emergiendo entre la multitud.
El Papa Francisco llegó directamente al altar al son de los alegres cantos del coro, ampliamente secundados por la multitud y al ritmo de los tradicionales tom-toms. Como de costumbre, el pontífice de 87 años presidió la Misa, dejando que el cardenal Virgílio do Carmo da Silva, arzobispo de Dili, recitara la plegaria eucarística en el altar.
"Sois un país joven en el que la vida palpita por todas partes"
En su homilía pronunciada en español, el Papa Francisco elogió la juventud del país: "En Timor Oriental es maravilloso porque hay muchos niños: sois un país joven donde se siente la vida latir y estallar por todas partes", dijo, alegrándose de que esta juventud "renueve constantemente la frescura, la energía, la alegría y el entusiasmo" de la gente.
"Una ciudad que enseña a sus niños a sonreír es una ciudad de futuro"
"En todas las partes del mundo, el nacimiento de un niño es un momento luminoso de alegría y de fiesta", dijo el Papa en su homilía y siguió:
"Dios hace resplandecer su luz salvadora a través del don de un hijo", prosiguió, confiando en que "la fragilidad de un niño lleva consigo un mensaje tan fuerte que conmueve incluso a las almas más endurecidas".
Alabando la pequeñez, el Papa animó a los católicos timorenses: "No tengamos miedo de hacernos pequeños ante Dios y, unos ante otros, de perder la vida, de dar nuestro tiempo, de revisar nuestros programas».
Encuentro con la comunidad religiosa
Previo a la Misa, el Papa se encontró con obispos, sacerdotes, diáconos, personas consagradas, seminaristas y catequistas en la Catedral de la Inmaculada Concepción. En este país considerado el más católico del mundo -detrás del Vaticano-, con una tasa de afiliación a la Iglesia superior al 97% de la población, el pontífice animó a clérigos y religiosos a "avivar la llama de la fe".
"Vosotros sois el perfume de Cristo", dijo el Papa Francisco durante su discurso. Durante el encuentro, un catequista de casi 90 años, Florentino de Jesús Martins, repasó sus 56 años de servicio como catequista permanente de la diócesis de Dili. Este hombre enfermo de Parkinson expresó su pesar por haber tenido que jubilarse a los 82 años, después de una larga vida de evangelización durante la cual a veces había dado largos paseos bajo el viento y la lluvia para llegar a comunidades aisladas. "Compitió con San Pablo", bromeó el Papa para felicitarlo.
Por la mañana, recibido una vez más por una gran multitud durante su viaje en coche, el Papa Francisco fue primero a la escuela Irmas Alma en el centro de Dili. Este establecimiento es atendido por la comunidad religiosa femenina de Mercy Alma (de origen indonesio) y atiende a niños discapacitados o pobres.
Distribuyendo rosarios y dulces y dejando que sus manos y a veces incluso sus pies sean besados por jóvenes escolares con síndrome de Down, autistas, ciegos o sin brazos, el Papa elogió en esta obra lo que califica como "el sacramento de los pobres", describiéndolo como un "amor que anima, fortalece, construye y fortalece".
"Compartir la vida con las personas que más la necesitan […] es nuestro programa como verdadero cristiano", insistió durante esta visita en la que multiplicó gestos de ternura.