Cuando alguien afirma haber recibido una revelación privada de Dios, o de un santo, la Iglesia investiga la situación para determinar si está de acuerdo con la fe. Ellos son los llamados videntes.
Recientemente, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha publicado unas directrices actualizadas que ayudan a explicar el proceso y lo que realmente se "aprueba" en la investigación:
"Entre estas posibles conclusiones no se incluye, por regla general, una declaración sobre la sobrenaturalidad del fenómeno objeto de discernimiento, es decir la posibilidad de afirmar con certeza moral que aquello proviene de una decisión de Dios que lo ha querido de modo directo. La concesión de un Nihil obstat indica simplemente, como ya explicaba Papa Benedicto XVI, que en relación con este fenómeno los fieles 'pueden dar su asentimiento de forma prudente'. No tratándose de una declaración de sobrenaturalidad de los hechos, resulta aún más claro, como decía Papa Benedicto XVI, que es solo una ayuda 'pero que no es obligatorio usarla'".
Básicamente, las personas son libres de creer en las supuestas apariciones y de seguir cualquier devoción relacionada con ellas.
La santidad del vidente
La investigación de una supuesta aparición ahondará también en la santidad del vidente:
"La credibilidad y buena reputación de las personas que afirman ser receptores de hechos sobrenaturales o estar directamente implicados en ellos, así como la reputación de los testigos que han sido escuchados. En particular, hay que considerar el equilibrio mental, la honestidad y rectitud moral, la sinceridad, la humildad y la docilidad habitual hacia la autoridad eclesiástica, la disposición a cooperar con ella y la promoción de un espíritu de auténtica comunión eclesial.
Los frutos de la vida cristiana, incluido el espíritu de oración, las conversiones, las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, los actos de caridad, así como la sana devoción y los abundantes y constantes frutos espirituales. Se evaluará la contribución de estos frutos al crecimiento de la comunión eclesial".
Sin embargo, aunque se crea que el vidente está en su sano juicio, eso no significa que sea un santo.
El Catecismo de la Iglesia Católica ofrece una breve explicación de los principales criterios de la Iglesia durante el proceso de canonización:
"Al canonizar a algunos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que practicaron la virtud heroica y vivieron en fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce la fuerza del Espíritu de santidad que hay en ella y sostiene la esperanza de los creyentes proponiéndoles a los santos como modelos e intercesores".
Es posible que una visión sea aprobada por la Iglesia y, al mismo tiempo, que el vidente nunca sea canonizado.