Las dos docenas de peregrinos que están llevando a Cristo en la Eucaristía desde los cuatro puntos cardinales de EEUU hasta el Congreso Eucarístico Nacional están acumulando muchos recuerdos mientras caminan y conducen en su viaje de dos meses hasta Indianápolis. Pero en cuanto a las historias que algún día podrán contar a sus nietos, si Dios quiere, es difícil superar algo que sucedió en Lake Charles, Luisiana.
Los seis peregrinos perpetuos de la ruta del sur, que lleva el nombre de san Juan Diego, ya habían pasado dos semanas recorriendo Texas. Entraron en la diócesis de Lake Charles el 3 de junio, celebrando una noche de adoración juvenil en el Campamento Karol de Moss Bluff.
Al día siguiente, después de la Misa, realizaron una larga caminata por Lake Charles, tocando seis paradas y participando en procesiones eucarísticas, servicios de oración y adoración, presentaciones, un proyecto de trabajo e interacción con varias comunidades étnicas.
Una acogida sorprendente
Al llegar a la parroquia de san Enrique por la tarde, los peregrinos, junto con cuatro frailes franciscanos de la Renovación que les acompañaban como capellanes, fueron recibidos por la comunidad hispana del lugar. Entre ellos había un grupo de mujeres con trajes folclóricos que representaban a varios estados de México.
"En cuanto llegamos, lo primero que vemos son mujeres vestidas de mexicanas, con vestidos de bailarinas, con mucha tela. Son preciosos", dijo a Aleteia Shayla Elm, una de las peregrinas.
Los peregrinos llevaron su custodia con la Eucaristía a la iglesia, y luego la comunidad invitó al grupo a salir de nuevo al exterior.
"Y vemos una fila de sillas con cuencos debajo de cada silla", dijo Elm. "Y nos dicen: 'Por favor, quítense los zapatos; nos encantaría lavarles los pies'. Y realmente no nos dieron opción".
"Es muy, muy humilde"
Elm, que trabaja en Christ in the City, en Denver, y otra peregrina, Mackenzie Warrens, que está haciendo un doctorado en Física, dijeron tener emociones encontradas: reticencia a permitir que extraños vieran -y olieran- sus pies "apestosos y malolientes", pero honradas de que alguien tuviera ese gesto.
"¡Qué asco!" dijo Warrens a Aleteia. "Pero yo estaba como, 'Muchas gracias, es muy, muy humilde'".
"Así que estas mujeres con estos hermosos vestidos se pusieron de rodillas y nos lavaron los pies, nos dieron masajes en los pies, pusieron talco en ellos y nos pusieron los calcetines y zapatos de nuevo", recordó Elm. "Era tan maternal. Sus corazones eran tan maternales".
Warrens señaló que la acción no era simplemente simbólica. Fue algo espontáneo, según Ricardo Ruvalcaba, que trabaja en el ministerio hispano en St. Henry's y se unió al lavado de pies de los peregrinos [presente en la foto de portada].
"Unas tres horas y media antes de que llegaran, no sé cómo, pero se me ocurrió la idea", dijo a Aleteia Ruvalcaba, que es de Cancún (México). "Se me pasó por la cabeza. Pero dije no, no podemos hacerlo porque no tenemos tiempo, y no preparé nada para esto".
Pero la idea persistía, así que llamó a algunas personas de la comunidad hispana y les dijo: "Oye, sigamos el ejemplo de Jesús y tengamos misericordia con ellos. Son gente muy buena. Son peregrinos, así que lavémosles los pies, porque Jesús nos dio este mandamiento de lavarnos los pies unos a otros". "Eran candidatos perfectos para ello", añadió.
"Cuando seguimos sus mandamientos somos más felices"
La respuesta por parte de la comunidad fue entusiasta, dijo. "Llamé a gente que venía de Venezuela, México, Colombia, y me dijeron '¡Sí, hagámoslo!'. Encontré ocho voluntarios y les pedí que trajeran tarros y cubos".
Una mujer trajo jabón y cremas exfoliantes y calmantes.
"Llegaron, rezamos un poco a Jesús y luego les lavamos los pies con jabón, usamos la crema con un pequeño masaje y luego les ponemos crema relajante para los pies", cuenta Ruvalcaba. Su esposa, Badiha, trajo talco para los pies, que sus dos hijas, Badhiha, de ocho años, y Lineth, de siete, pusieron en los zapatos de los peregrinos.
"Creo que en ese momento todos sentimos a Jesús a nuestro alrededor. Siempre, cuando seguimos sus mandamientos, somos más felices y bendecidos".
Elm coincidió: "Fue uno de esos momentos extremos en los que pensé: 'Ahí está Jesús otra vez'. Como si no pudiera evitar derramarse a través de sus fieles".
La visita concluyó con aperitivos y una actuación de baile folclórico mexicano con el Jarabe Tapatio.