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El Monasterio de Santa María de Ripoll se encuentra en la tranquila localidad de Ripoll, en Cataluña, España. Es un gran ejemplo de siglos de tradición monástica, esplendor arquitectónico y patrimonio cultural. Este monasterio benedictino, fundado originalmente en 888 (algunos dicen que en 879) por el conde Wilfred el Velloso, ha visto pasar la historia. Como ocurre con la mayoría de estos edificios románicos, el monasterio ha sido objeto de numerosas reconstrucciones y restauraciones que han contribuido a enriquecer su historia.
El conde Guifré el Velloso, conocido como Guifré el Pilós en el catalán original, fundó el monasterio para repoblar la región tras su reconquista. Su visión dio sus frutos y el monasterio creció rápidamente, convirtiéndose en un centro de aprendizaje y espiritualidad. De hecho, algunos consideran este monasterio la cuna de Cataluña. El hijo de Wilfred, Ridulph, fue educado aquí, y más tarde se convirtió en el abad del monasterio, y el obispo de la importante sede de Urgell.
La influencia del monasterio pronto se extendió mucho más allá de Ripoll, lo que llevó al establecimiento de abadías afiliadas como san Martín-du-Canigou en Francia y la famosa Santa María de Montserrat. En 1046, la biblioteca ya había reunido una notable colección de 246 manuscritos, entre los que se incluía la Gesta Comitum Barcinonensium del siglo XIII, la primera historia escrita de Cataluña, redactada por los monjes.
La iglesia tiene un bello y grandioso estilo arquitectónico románico, aunque fue reconstruida en su mayor parte en el siglo XIX. La iglesia original tenía una nave y cuatro tramos con bóvedas de cañón, y cinco ábsides (más tarde se ampliaron a siete). La reconstrucción de 1896, realizada por el arquitecto Elias Rogent, mantuvo el carácter románico de la iglesia y la modernizó. La iglesia actual, con sus dos naves, alberga las tumbas de los condes de Besalú y de varios condes de Barcelona, entre ellos Wilfred el Velloso y Ramón Berenguer IV.
El claustro y el pórtico
La planta baja del claustro conserva muchos elementos originales que datan de 1180 y principios del siglo XV. El piso superior se construyó más tarde, en los siglos XV y XVI, y está profusamente decorado con arcos de medio punto, sostenidos por columnas pareadas con capiteles de estilo corintio de intrincada talla. Estos capiteles, creados por los artistas Pere Gregori y Jordi de Déu, muestran escenas de la mitología clásica y de la vida cotidiana, que ponen de manifiesto la destreza de los artesanos.
Pero una de las características más llamativas de Santa María de Ripoll es sin duda su pórtico esculpido, una verdadera obra maestra del arte románico ibérico. A pesar de los daños sufridos a lo largo de los siglos, el pórtico sigue siendo impresionante. El relieve de mediados del siglo XIII está dividido en siete bandas horizontales, que muestran escenas de la Biblia e historias y criaturas mitológicas. El pórtico, flanqueado por las estatuas de San Pedro y San Pablo, sirve de gran entrada, invitando a los visitantes a entrar.
Un patrimonio vivo
En la actualidad, el Monasterio de Santa María de Ripoll sigue impresionando por su combinación de importancia histórica, relevancia religiosa y belleza arquitectónica. Es un clásico lugar de peregrinación para los lugareños, y los turistas suelen visitarlo para echar un vistazo al pasado. Pero el monasterio no es solo una reliquia medieval: sigue en pie como un faro de fe y resistencia.