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‘Ripley’: el mal, la conciencia y Caravaggio 

Serie Netflix Ripley
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José Ángel Barrueco - publicado el 12/06/24
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Esta serie de Netflix está basada en una novela de Patricia Highsmith

Si uno, como por ejemplo quien esto escribe, ha leído todas las obras de Patricia Highsmith en torno al personaje de Tom Ripley, y además ha visto una o varias de sus adaptaciones cinematográficas, tiende al principio a desconfiar de esta serie. Y se pregunta: ¿puede decirnos algo que no nos hayan dicho ya esas películas? La respuesta es afirmativa y, por tanto, sorprendente. 

Ripley, la adaptación escrita y dirigida por Steven Zaillian, supone una sorpresa inesperada tanto en su forma como en su fondo. Aunque su prestigio proviene más de la escritura (suyos son los guiones de Despertares, La lista de Schindler, Misión: Imposible, Gangs of New York, Moneyball o El irlandés, entre otras), Zaillian también dirigió la extraordinaria serie The Night Of y tres películas notables: En busca de Bobby Fischer, Acción civil y Todos los hombres del rey.

Que conste de ocho episodios es uno de los aciertos: no es una temporada larga y tampoco se hace demasiado corta, y con ese tempo los guiones pueden desarrollar mucho mejor las tramas de las andanzas de Ripley por Italia y ahondar en los personajes con más metraje del que tuvieron en los filmes A pleno sol y El talento de Mr. Ripley. Rodada íntegramente en un seductor blanco y negro que nos remite al cine clásico de criminales y mujeres fatales, despliega un reparto sólido en el que, aunque destaca su protagonista, Andrew Scott, los secundarios están a la altura: Dakota Fanning, Johnny Flynn, el impactante Maurizio Lombardi como un inspector e incluso un cameo de John Malkovich (que interpretó a Ripley en 2002).

Serie Netflix Ripley
Dakota Fanning, Andrew Scott y Johnny Flynn

Basada en la primera de las novelas del ciclo, la más popular, cuenta la historia de cómo Tom Ripley es contratado por un hombre rico en Estados Unidos para que viaje a Italia y, con todos los gastos pagados, convenza a su hijo, Richard Greenleaf, para regresar a casa y no malgastar el dinero de la empresa en sus caprichos de hijo de papá. Lo que el hombre no sospecha es que Ripley se gana el jornal en labores de buscavidas, entre ellas el robo, la estafa, la falsificación y lo que surja. En Italia se paseará por Atrani, Nápoles, San Remo, Roma, Palermo y Venecia.

Una conciencia atormentada nos devuelve pesadillas

Lo que más le interesará al lector de Aleteia son las conexiones religiosas. Cuando Ripley conoce a Greenleaf, a quien quiere suplantar, el joven vividor le enseña su pasión por la pintura y, en especial, por Caravaggio, el maestro del tenebrismo que fue famoso no solo por la calidad de sus cuadros sino porque se involucraba en peleas e incluso mató a un hombre en 1606, lo que hizo de su vida una constante huida por diversas regiones de Italia. 

serie Netflix Ripley

Ripley se obsesiona con Caravaggio: primero, porque así da otro paso en su conversión en un Greenleaf impostor; segundo, porque le atrae la historia de un pintor atormentado que combina el arte y el crimen y cambia de paradero con asiduidad. A causa de esta obsesión, los personajes principales acuden con frecuencia a las iglesias, a ver esos cuadros en persona. Estudian libros sobre sus composiciones y, cuando Ripley asesine a un hombre, empezará a atormentarse por las noches. Pese a su carácter de criminal frío, le acosan las pesadillas en las que ve el rostro del muerto, como si éste quisiera recordarle que ha hecho un daño irreparable y tiene que pagarlo. 

Al estar ambientada en la Italia de los 60, la iconografía católica está presente en muchas escenas. Por un lado, como ya comentamos, las cámaras se adentran en las iglesias: hay una secuencia magnífica en la que Ripley está en el interior de la Iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma, y mete una moneda para iluminar las pinturas que apenas se disciernen en la penumbra: La vocación de san Mateo, La inspiración de san Mateo y El martirio de san Mateo, tres obras maestras del siniestro Caravaggio, que quien esto escribe tuvo oportunidad de ver con sus propios ojos hace unos cuantos años en ese mismo templo. 

Por otro lado, en los despachos de la policía, en los domicilios de los civiles, en recepciones y otras estancias, vemos siempre crucifijos al fondo. Hay, por tanto, una presencia de lo religioso, como fondo iconográfico, que ejerce de contrapeso para las pesadillas y la conciencia torturada de ese rostro del mal, Ripley, que se nos muestra seductor y reprobable, elegante y mezquino, encantador y canalla. Para realzar esa condición, como de bicho raro, casi todos los personajes de la serie le observan del mismo modo que se mira a un insecto o a alguien en quien no se puede confiar y nos provoca aversión y desconfianza. 

Intuyo que los lectores de Highsmith hemos quedado satisfechos con la adaptación. Esperemos que pronto rueden una segunda temporada (que, de seguir el orden, se basaría en La máscara de Ripley, segunda de las novelas dedicadas al personaje).

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