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Una línea del Credo de los Apóstoles puede ser confusa a veces, cuando recitamos que Jesús descendió a los infiernos, pues se nos ha enseñado que las almas que terminan en el infierno quedan separadas de Dios por toda la eternidad.
Reiterando lo dicho, la línea afirma que Jesús "descendió a los infiernos".
Estas palabras hacen pensar que Jesús fue a ese lugar ardiente de castigo eterno reservado para las peores almas que rechazan a Dios.
¿Cómo es eso posible? ¿No están todas las almas en el infierno separadas de Dios por toda la eternidad?
¿Jesús realmente fue al infierno?
El Catecismo de la Iglesia Católica deja las cosas claras al explicar el "lugar" espiritual al que fue Jesús después de morir:
"Jesús, como todos los hombres, experimentó la muerte y en su alma se unió a los demás en el reino de los muertos. Pero descendió allí como Salvador, proclamando la Buena Nueva a los espíritus allí prisioneros. La Escritura llama 'infierno' -Séol en hebreo o Hades en griego- a la morada de los muertos, a la que descendió Cristo muerto, porque los que están allí están privados de la visión de Dios. Tal es el caso de todos los muertos, sean malos o justos, mientras esperan al Redentor: lo que no significa que su suerte sea idéntica, como muestra Jesús a través de la parábola del pobre Lázaro que fue recibido en 'el seno de Abraham'".
El infierno es ampliamente conocido en la cultura popular como el lugar donde vive el diablo y donde tortura a las almas malas por toda la eternidad. Esta definición del infierno no es la que profesamos en el Credo de los Apóstoles. Nos referimos a esa "morada de los muertos" que explica el Catecismo.
Es el lugar donde todos los que murieron antes de la muerte de Cristo esperaron hasta que el Redentor vino a predicar el Evangelio.
Jesús no fue a salvar a los que ya le habían rechazado viviendo vidas de pecado, sino a llevar al Cielo las almas de los justos, como explica el Catecismo:
'Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Salvador en el seno de Abraham, a las que Cristo el Señor liberó cuando descendió a los infiernos'. Jesús no descendió a los infiernos para liberar a los condenados, ni para destruir el infierno de condenación, sino para liberar a los justos que le habían precedido".
"Infierno" en nuestro idioma
Aunque la cultura popular haya convertido el infierno en un lugar muy divertido, históricamente no siempre se refería a ese tipo de lugar espiritual. La Enciclopedia Católica ofrece más información sobre la etimología de la palabra:
"El término infierno es cognado de 'agujero' (caverna) y 'hueco'. Es un sustantivo formado a partir del anglosajón helan o behelian, 'esconder'. Este verbo tiene la misma primitiva que los latinos occulere y celare y el griego kalyptein. Así, por derivación, infierno denota un lugar oscuro y oculto.
El infierno no siempre significó un lugar de condenación eterna. Inicialmente se utilizaba para referirse a este lugar de los muertos.
Con el tiempo el uso de la palabra se asoció casi exclusivamente con los "fuegos del infierno".