Terminaron los tiempos fuertes del Adviento y la Navidad y volvemos al tiempo ordinario. No es que sea menos importante, porque continuamos en la reflexión de los hechos de vida de nuestro Señor Jesucristo, pues estamos próximos a vivir otro momento cumbre del año litúrgico: la Pascua de Resurrección, precedida de la Cuaresma y la Semana Santa.
¿Qué significa, entonces, el tiempo ordinario? Para responder esta pregunta, es necesario recordar qué pasa durante el año litúrgico. La constitución Sacrosanctum Concilium explica que en ese lapso, la Iglesia "desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor" (102).
Un círculo anual
Los tiempos fuertes, pues, se intercalan en el tiempo ordinario, durante el cual "la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo" y recuerda a "los mártires y de los demás santos, que llegados a la perfección por la multiforme gracia de Dios y habiendo ya alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e interceden por nosotros" (SC 103-104).
Revalorización del domingo
Además, durante este círculo anual, en el que se conmemoran los misterios de la Redención una vez al año, las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación ( SC 102).
Y algo muy importante: el domingo, día del Señor, los fieles deben reunirse para que "escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios" (SC 106).
Continúa el documento:
"Por esto el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No se le antepongan otras solemnidades, a no ser que sean de veras de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico" (SC 106).
Tiempo de perfección espiritual
Por tanto, vivir el tiempo ordinario en la liturgia, debe significar para todos los que somos cristianos católicos, el momento propicio para reflexionar sobre la vida del Señor Jesús. Las lecturas de la sagrada Eucaristía nos ayudan a centrarnos en ese camino que llevó al Salvador al momento culmen de su pasión, muerte y resurrección, por ello, dejémonos conducir para que cada tiempo fuerte sea de provecho para nuestras almas y nos ayude a alcanzar la perfección espiritual.