"No os hagáis tesoros en la tierra, sino haceos tesoros en el cielo… porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón", aconseja Jesús a sus discípulos en el sexto capítulo del Evangelio según San Mateo. Pero, ¿qué hay de los "tesoros" acumulados por el Papa en el curso de sus viajes y encuentros, de los numerosos regalos -a veces muy informales, pero a veces de gran valor- que se le ofrecen?
Para averiguarlo, hay que visitar la antigua estación de ferrocarril del Vaticano, cerca del Palazzo del Governo. Este vasto edificio alberga una tienda de lujo que resulta un poco desconcertante en el ambiente silencioso del Vaticano, con estanterías repletas de electrodomésticos, joyas, relojes, perfumes, ropa, lencería y mucho más. La misma publicidad seductora que se puede encontrar en todos los centros comerciales del mundo también se puede ver aquí, en este templo del consumismo situado en el corazón del Estado más pequeño del mundo, donde no se aplica el IVA italiano.
El único signo tangible del carácter pontificio del lugar: al final del vestíbulo, a la izquierda del mostrador, una vitrina muestra los regalos recibidos por el Papa Francisco durante sus viajes y encuentros, que se venden en beneficio de la Capellanía Apostólica, las obras de caridad del Papa.
Para evitar cualquier controversia diplomática, los regalos de jefes de Estado no se incluyen en estos lotes. Algunos, sin embargo, podrían haber divertido a los compradores, como la colección de cintas de vídeo de una popular serie iraní regalada por el presidente Mohammad Khatami cuando se reunió con Juan Pablo II en 1999, o el dinosaurio de plástico regalado al Papa Francisco en 2014 por el nieto del presidente maltés George Abela durante una audiencia muy familiar en la que el Papa jugó con los niños de la delegación.
Por otro lado, hay objetos donados por particulares o asociaciones. Una escultura que representa a mujeres y niños con trajes tradicionales mozambiqueños se ofreció a un precio inicial de 250 euros. Un marco donado por la artista italiana Luigina Mazzocca, que representa un árbol cubierto de flores de resina, con el título Protección hacia un mundo posible, tiene un precio de salida de cuatro mil euros. Unos patines antiguos se ofrecieron a 300 euros, y una maqueta de barco donada por un grupo de espiritualidad ignaciana se presentó sin precio sugerido.
Motos, lamborghini y un bebé cocodrilo...
Algunas transacciones han atraído la atención de los medios de comunicación, como la reventa, en febrero de 2014, de una moto Harley-Davidson donada al Papa, que recaudó más de 340 mil dólares para Cáritas de la diócesis de Roma. En 2018, un Lamborghini regalado al Papa se revendió por 715 mil euros, en beneficio de una asociación de apoyo a cirujanos en África. Los animales son un caso especial: un cocodrilo bebé vivo fue ofrecido simbólicamente al Papa Benedicto XVI antes de su visita a Cuba en 2012 por el zoológico de Roma, que luego se encargó de trasladar al animal y reintroducirlo en la isla… ¡siendo el pontífice alemán más conocido por su soltura con los gatos que con los reptiles!
Los demás regalos se revenden de forma más discreta, y es imposible saber cuánto ingresan las ventas de los regalos del Papa. "Nadie quiere hablar de ello… quizá porque les da vergüenza decir que los regalos se reciclan", afirma con sentido del humor una fuente vaticana. La moda de la reventa de regalos, que en los años 2000 favoreció la aparición de algunos sitios de venta en línea como PriceMinister -ahora Rakuten-, no ha llegado oficialmente al Vaticano. Pero el hecho de que los fondos de estas ventas se destinen a ayudar a los más pobres da una indicación concreta de dónde está el "corazón" de la Iglesia y, por tanto, su "tesoro".