Las reacciones han ido en aumento en la Iglesia desde que el Vaticano publicó Fiducia Supplicans, que autoriza la bendición de "parejas en situación irregular y parejas del mismo sexo". El cardenal Gerhard Müller, que estuvo al frente del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF) entre 2012 y 2017, denunció el documento en un extenso comunicado publicado el 20 de diciembre. En él advierte a los sacerdotes del riesgo de "blasfemia" si conceden bendiciones a parejas en situación irregular.
En una declaración doctrinal aprobada por el Papa Francisco, el DDF abre la vía a la bendición de esas parejas, siempre que la bendición no sea ritualizada y no imite el matrimonio cristiano, que sigue siendo entre un hombre y una mujer. El texto no pretende legitimar las uniones irregulares a ojos de la Iglesia, sino proponer una "caridad pastoral".
Un "salto doctrinal"
Pero para el cardenal Müller, la enseñanza de Fiducia supplicans es "contradictoria" y expresa no simplemente "una evolución" de la doctrina, sino "un salto doctrinal", que se opone a la última declaración magisterial sobre este tema. En marzo de 2021, la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe publicó una nota en la que rechazaba categóricamente la posibilidad de bendecir las uniones entre personas del mismo sexo.
El teólogo alemán, conocido por sus feroces críticas al Papa, considera que lo que denomina "bendición pastoral innovadora" está "creada ad hoc para bendecir situaciones contrarias a la ley o al espíritu del Evangelio". De hecho, señala, ya no son "las personas pecadoras" las que son bendecidas, sino que "al bendecir a la pareja, es la propia relación pecadora la que es bendecida".
Y el cardenal Müller señala que "según los criterios de este tipo de bendición, podríamos incluso bendecir una clínica abortista o un grupo mafioso". Es "arriesgado inventar nuevos términos", advierte el prelado, que concluye que el sacerdote que diera este tipo de bendición estaría cometiendo "un acto sacrílego y blasfemo".
Si bien la declaración de Roma ha sido acogida con satisfacción sobre todo por las conferencias episcopales alemana y suiza, no puede decirse lo mismo de muchos otros países, donde fieles y obispos han expresado sus reservas e incluso su oposición frontal a la decisión del Papa.
"Confusión" en Roma
En Roma, la declaración doctrinal y las múltiples reacciones a su recepción en todo el mundo han causado confusión. Algunos en el Vaticano no han dudado en hablar de "confusión". Pero para un experto romano, las reacciones sobre el terreno son "saludables" y no son incompatibles con la cultura jurídica de la Iglesia. "Los episcopados pueden recibir orientaciones y decidir si son aplicables o no en su territorio", explica este canonista, que subraya que "la Iglesia católica no puede prescindir" de esa posibilidad, debido a la diversidad de situaciones locales.
En su opinión, la no aplicación de una ley universal en una diócesis concreta no es nada nuevo. En la antigüedad, los obispos podían enviar al obispo de Roma una "reprobatio", advirtiéndole de que su ley no promovía el bien común en su diócesis. En la historia reciente, los obispos se han distanciado a veces de un texto procedente de Roma, siguiendo el ejemplo de los obispos belgas cuando Pablo VI publicó su encíclica Humanae Vitae (1968) sobre el matrimonio y el control de la natalidad. En aquel momento, abrieron la posibilidad a ciertos católicos de seguir sus convicciones.
Del mismo modo, añade este canonista, la posibilidad de que los obispos tomen decisiones para sus diócesis está en línea con la "descentralización" que predica el Papa Francisco desde hace 10 años. "La Curia romana no puede ponerse en el lugar de las Iglesias particulares que conocen mejor la situación pastoral, como afirma Evangeli gaudium".