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Edith Stein nació en 1891 en una familia judía practicante pero pronto perdió la fe de sus antepasados. Se dedicó a los estudios de filosofía, siendo la primera mujer que presentó una tesis en esta disciplina en Alemania. Fue discípula del filósofo Edmund Husserl, fundador de la fenomenología, y colaboró con él como asistente. Su mente brillante y su espíritu crítico la llevaron a cuestionar el sentido de la vida y la existencia de Dios.
Su camino de conversión comenzó con el contacto con personas cristianas que le mostraron un testimonio de fe vivo y coherente. La lectura de la Vida de Santa Teresa de Ávila fue decisiva para su cambio de corazón. Se sintió cautivada por la experiencia mística de la santa y por su amor a Cristo.
En 1922 se bautizó y tomó el nombre de Teresa Hedwig. A partir de entonces, se dedicó a la enseñanza, traducción, escritura y a dar conferencias sobre temas de filosofía, educación, teología y espiritualidad. Desarrolló una teología de la mujer y un análisis de la filosofía de Santo Tomás de Aquino y de la fenomenología.
Una vocación que brota del amor a Cristo
Edith Stein sintió desde su conversión el deseo de entrar en la vida religiosa, especialmente en el Carmelo, pues se identificaba con el carisma de Santa Teresa de Ávila. Sin embargo, pospuso su decisión por respeto a su madre, que no aceptaba su cambio de religión, y por obediencia a sus directores espirituales, que le aconsejaron esperar. Durante esos años, siguió trabajando y dando testimonio de su fe en medio del mundo, especialmente ante el auge del nazismo, que la obligó a dejar la docencia por ser judía.
Finalmente, en 1933, entró en el convento de las carmelitas descalzas de Colonia, donde tomó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. Allí vivió una vida de oración, silencio, trabajo y fraternidad, profundizando en el misterio de la cruz y ofreciendo su vida por la salvación de su pueblo. Escribió su obra más importante, El ser finito y el ser eterno, donde intentó una síntesis entre la filosofía tomista y la fenomenológica. También escribió otros textos sobre la oración, la navidad, la ciencia y la santidad.
Un martirio que culmina una entrega total
En 1938, ante el peligro de la persecución nazi, Edith Stein fue trasladada al convento de las carmelitas de Echt, en Holanda. Allí continuó su vida de clausura, sin perder la esperanza ni la alegría. Sin embargo, en 1942, la Gestapo la detuvo junto con su hermana Rosa, que también se había convertido al catolicismo y vivía como terciaria carmelita. Fueron deportadas al campo de exterminio de Auschwitz, donde fueron asesinadas en la cámara de gas el 9 de agosto. Edith Stein murió con la paz de quien se sabe en las manos de Dios y con el amor de quien se ofrece por sus hermanos.
Edith Stein fue beatificada en 1987 y canonizada en 1998 por el Papa Juan Pablo II, que la declaró co patrona de Europa junto con Santa Brígida de Suecia y Santa Catalina de Siena. Su vida y su obra son un ejemplo de sabiduría, santidad y martirio para la Iglesia y para el mundo.
¿Qué le diría a una chica que tiene vocación a la vida contemplativa?
Si Edith Stein pudiera hablar con una chica que tiene vocación a la vida contemplativa, quizás le diría algo así:
1No temas
No tengas miedo de seguir el llamado de Dios, que te quiere para sí y te regala una vocación especial. Él te ama con un amor personal e incondicional, y te invita a responderle con todo tu ser.
2déjate guiar por la verdad
Busca la verdad con sinceridad y con humildad, y déjate guiar por la luz de la fe y de la razón. Estudia, lee, reflexiona, dialoga, pero sobre todo, ora. La oración es el camino para conocer a Dios y a ti misma, para escuchar su voz y para hacer su voluntad.
3sé fiel
Sé fiel a tu vocación, que es un don y una tarea. No te dejes llevar por las modas, las opiniones o las presiones del mundo, que no entienden ni valoran la vida contemplativa. Sé consciente de la belleza y la importancia de tu misión, que es ser testigo del amor de Dios, intercesora por la humanidad y fuente de bendición para la Iglesia.
4Vive con alegría y amor a Cristo
Vive la vida contemplativa con alegría y con amor, con sencillez y con entrega, con comunión y con servicio. Ama a Cristo con todo tu corazón, y deja que Él te transforme y te haga partícipe de su misterio. Ama a tus hermanas con fraternidad, y forma con ellas una familia donde reine la paz y la caridad. Ama al mundo con compasión, y ofrécete por su salvación y su conversión.