El 25 de enero, el pontífice argentino, que participaba en su tercera JMJ desde su elección en 2013, visitó el centro de internamiento de menores Las Garzas, en Pacora, para pasar este momento de confesión «con jóvenes privados de libertad», según indicaba el programa del evento. «Todos somos pecadores», dijo el sucesor de Pedro a decenas de jóvenes presos reunidos en una capilla de paredes blancas. Pero, añadió el Papa, «todos tenemos un horizonte». A los que se rinden, el pontífice les aconsejó: «Abre la ventana y lo encontrarás (el horizonte), abre la ventana de tu corazón, abre la ventana al amor que es Jesús y lo encontrarás».
En su homilía, el Papa Francisco criticó a una sociedad que etiqueta a las personas con «etiquetas que congelan y estigmatizan no solo el pasado, sino también el presente y el futuro». Las etiquetas «solo dividen» a las personas en «buenas» y «malas», advirtió. Hablando en contra de «una actitud de marginación y exclusión» y de una cultura a la que le gusta «calificar a las personas con un adjetivo», el Papa aseguró a los jóvenes entre rejas que «Dios no rechaza a nadie». «Dios os dice: "Venid". Dios os espera», insistió.
«Buscad y escuchad las voces que os animan a mirar hacia el futuro, no las que os arrastran», exhortó el Papa, antes de concluir: «Cada uno de nosotros es mucho más que las etiquetas que se nos ponen, […] mucho más que la condena que se nos ha impuesto». Tras la homilía, el hombre de blanco se confesó ante cinco jóvenes en una tienda instalada en el recinto penitenciario.
Desde su acceso al trono de Pedro, el pontífice argentino siempre ha mostrado una especial preocupación por los presos. En varias ocasiones ha celebrado la misa del Jueves Santo —la Última Cena— en la cárcel. Y, abogando por la causa de los presos, ha pedido la derogación de las penas de cadena perpetua, que, en su opinión, no dejan lugar a la esperanza.