Jean Verdier fue un cardenal francés de la Iglesia católica romana. Se desempeñó como arzobispo de París desde 1929 hasta su muerte.
Pío XI lo creó cardenal en 1929. Como oponente del fascismo, Verdier describe la Segunda Guerra Mundial como una cruzada. «Estamos luchando —decía— para preservar la libertad de las personas en todo el mundo, ya sean grandes o pequeños pueblos, y para preservar sus propiedades y sus vidas. Ninguna otra guerra ha tenido objetivos más espirituales morales y, en suma, más cristianos».
Miles de personas hoy, en todo el mundo, rezan la famosa oración que compuso al Espíritu Santo. Especialmente los comunicadores, quienes necesitamos muchas luces cuando lidiamos con temas tan escabrosos como los que marcan la noticia actualmente, sobre todo en países que atraviesan crisis tan profundas como Venezuela.
Encuentro con el Espíritu Santo
Un empresario consultor en materia de opinión pública, José Antoni Gil Yepes, escribió en la prensa hace un par de días acerca de la importancia de la comunicación efectiva y de la negociación ganar-ganar como destrezas sociales: «En esta búsqueda, me crucé con una oración al Espíritu Santo que parece un resumen y receta para mantener nuestros pensamientos y conductas alineados con la inteligencia emocional. Dice así:
«Oh, Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo (la inteligencia emocional implica un sesgo a lo asociativo, el amor al prójimo),
inspírame siempre en lo que debo pensar (autoconocimiento),
lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar (autocontrol),
cómo debo actuar (autogestión y destreza social),
lo que debo hacer para gloria de Dios, bien de las almas y mi propia santificación (destreza social y actuar por la mayor gloria de Dios).
Espíritu Santo, dame agudeza para entender (entendimiento y empatía hacia los demás),
capacidad para retener, método y facilidad para aprender (logro),
sutileza para interpretar, gracias y eficacia para hablar (destreza social).
Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar (motivación al logro y autogestión).
Amén».
Crisis de responsabilidad
Hoy, cuando acaba de culminar la Asamblea Ordinaria de Obispos venezolanos, un titular de prensa destaca el contenido de la Exhortación Pastoral: «La causa raíz es la crisis de responsabilidad».
En otras palabras, los obispos han señalado que la causa raíz de este contexto tan adverso e injusto que vivimos los venezolanos es «la crisis de responsabilidad» y, aunque nos toca a todos, esta crisis recae en mayor medida en quienes ostentan el poder político. Eso interpreta el Provincial jesuita en Venezuela: «Etimológicamente —señala— la palabra responsabilidad tiene que ver con la capacidad para responder adecuadamente a los desafíos que se nos presentan; dicho de otro modo, para los señores obispos somos un país que ha extraviado la habilidad de dar respuestas, de darnos respuestas, justo cuando más apremia que podamos y sepamos actuar, como cuerpo social, ante los signos de los tiempos».
La tríada «encontrar, escuchar y discernir» es una ruta evangélica que nos llama a una conversión personal y social.
Y el sacerdote la explica de esta manera: «"Encontrarnos" implica, en lo más básico, "salir de sí" y reconocer la existencia del otro; "escucharnos" supone trascender los atrincheramientos ideológicos, tomar conciencia de que el otro es un sujeto de derecho pensante y tiene una palabra que decir y, por tanto, más allá de las diferencias, aunque no se compartan los planteamientos y posicionamientos, conviene comprenderlos para hacernos cargo de la realidad y encontrar los puntos comunes tantas veces eclipsados por las pasiones; por su parte, "discernir" es la búsqueda inteligente de la alternativa superadora más adecuada del momento y que —apalancada en los mínimos comunes frutos del encuentro y la escucha— ayude a ir transformando, para bien, las condiciones de vida y de convivencia».
Responsabilidad de comunicadores
Está claro que sin responsabilidad personal no hay corresponsabilidad. Eso es rigurosamente cierto. Por ello la necesidad de recuperar la conciencia de que todos somos corresponsables en la búsqueda y construcción de una sociedad humana, justa, solidaria y fraterna.
En particular los comunicadores sociales, porque nuestra responsabilidad es delicada y demandante en estos contextos tan turbulentos. Lo que hacemos impacta de manera crucial y nuestro trabajo es modelador, lo que aumenta nuestra responsabilidad.
De esa manera, el legado del cardenal Verdier toma hoy más vigencia que nunca, si convenimos en que la ruta es acción, pero también oración.
Rezar para saber lo que hay que pensar, decir y cómo decirlo, aparte de lo que debemos callar, escribir y cómo debemos vivir es, sin duda, un acto de humildad, pero también de confianza y de fe con que podemos comenzar la jornada de cada día al frente, bien sea delante de un micrófono, de una cámara, de un teclado o en las redes sociales.
El Espíritu Santo, a quien tal vez no invocamos tanto como debíamos, está allí, en el centro de esa sorprendente oración que nos reconforta y fortalece a través de su sencillez, de esa simpleza maravillosa con que este pastor de la Iglesia francesa nos obsequió para las generaciones que hemos seguido.