A las tres en punto de la tarde, y por un minuto, las campanas de todas las iglesias del país que quieran unirse al repique del repudio a la violencia sonaran como un grito metálico, desesperado, de los mexicanos ante la violencia.
El gesto viene tras cumplirse un año del asesinato de los padres jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, en la misión de Cerocahui (Sierra Tarahumara) cuando trataban de proteger al guía de turistas Pedro Palma, quien se refugió en el templo, perseguido por sus asesinos.
Un triple asesinato que ha conmovido a un país de por sí cotidianamente conmovido y que durante los cuatro años y medio que lleva la presente administración federal ha roto todos los récords de asesinatos dolosos, pasando de los 150,000. Y hay, por lo menos, 30,000 personas desaparecidas.
Un país en que, según la reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, 62 por ciento de la población se siente insegura en su ciudad y 51 por ciento ha tenido que cambiar sus hábitos por temor a ser víctimas de la delincuencia, es un país cuya estrategia de contención de la violencia está fallando.
La idea del repique de campanas es impulsada por la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Compañía de Jesús y la Conferencia de Superiores Mayores de México (CIRM) "en memoria de todas las víctimas de la violencia en México y como clamor por la justicia y refrendo del compromiso de construir la paz".
¿Por quién doblan las campanas?
Durante ese minuto –inédito en la historia moderna del país—"se invita a cada persona a recordar y orar por las víctimas de la violencia y a pedir por la paz", según el comunicado que ha sido difundido en todo el territorio mexicano.
Entrevistada por El Observador de la Actualidad, la hermana Juana Ángeles Zárate, religiosa carmelita del Sagrado Corazón y presidenta de la CIRM subrayó que lo más preocupante del momento actual en México es "el narcoestado y la falta de conciencia ante lo que es justo".
Luego, en la entrevista, subrayó que "la atención y resolución del conflicto que vivimos tendrá que involucrar a todos los niveles de la sociedad y a todos los sectores responsables de la vida del país", comenzando por la propia Iglesia católica, quien ya ha pagado una cuota inmensa de sangre: de 1980 a la fecha, 88 sacerdotes han sido asesinados.
Y los ataques siguen. El pasado 15 de junio dos catequistas, de la etnia triqui fueron asesinadas mientras se dirigían a una procesión eucarística en el Estado de Oaxaca. Gertrudis Cruz de Jesús y Gliserina Cruz Merino, catequistas de la parroquia de San Juan Bautista Copala, en la diócesis de Huajuapan de León.
Cuando suenen las campanas a las tres de la tarde, por un minuto los católicos mexicanos no se harán la pregunta del poema de John Donne, es decir, no preguntarán: "¿Por quién doblan las campanas?". Sabremos que están doblando por cada uno de nosotros. Por México.