Paul Schrader no sólo es uno de los guionistas y directores más interesantes del cine contemporáneo, aunque haya tenido sus tropiezos artísticos y económicos: también puede ser calificado como uno de los narradores más complejos de la actualidad.
Lo demuestra su reciente trilogía (conocida por dos denominaciones: "el hombre en una habitación" y "un hombre solitario de Dios"), que forman "El reverendo", "El contador de cartas" y "El maestro jardinero", recién estrenada en salas comerciales. Unas cuantas películas anteriores a esta ilustre trilogía sufrieron descalabros críticos y problemas (caso de su precuela de "El exorcista" o de los títulos que rodó con Nicolas Cage).
Es un cineasta que nunca parece hacer ruido: sus estrenos suelen ser discretos, las historias que dirige no las ve mucha gente, algunos de sus largometrajes ni siquiera logran llegar a las salas… Y, sin embargo, cada vez nos gusta más a sus incondicionales y hay quienes le veneran hasta el punto de dedicarle homenajes en sus películas y en sus ensayos: por ejemplo, Quentin Tarantino.
El cineasta que carga con una cruz
Amigo de Martin Scorsese, para quien ha escrito algunos de sus mejores guiones ("Taxi Driver", "Toro salvaje", "Al límite", "La última tentación de Cristo", cuya polémica aún no entienden y ambos lamentan porque estamos hablando de dos creyentes, muy involucrados con la religión y obsesionados con la fe, la culpa y la redención), contó hace poco en America Magazine, uno de los diarios de los jesuitas de Estados Unidos, que, mientras Scorsese tiene "su crucifijo", él tiene "una cruz".
En el citado magazine desvela que, junto al director de "Silencio", había proyectado una serie televisiva para Netflix sobre los orígenes del cristianismo: planeaban titularla "Apócrifos", pero la plataforma se echó para atrás, quizá por el elevado coste económico que supondría una temporada completa.
En los últimos tiempos Schrader ha afrontado problemas de salud. Tanto suyos como de su mujer, la actriz Mary Beth Hurt, ingresada en una residencia tras el diagnóstico de Alzheimer. A ese centro se ha mudado el propio director para seguir viviendo junto a ella: un gesto que demuestra su amor y su humanidad, sin duda. Un sacrificio que pocos harían. Y, pese a ello, continúa su labor incansable de narrador.
Fanático del cine espiritual de Carl Theodore Dreyer y de otros clásicos como Robert Bresson e Ingmar Bergman, planea adaptar pronto otra novela de Russell Banks, "Los abandonos", como ya hiciera años atrás con su libro "Aflicción".
Schrader, sorprendentemente, es activo en su perfil de Facebook: mientras escribo estas líneas (14 de junio), entro y compruebo que ha escrito lo siguiente hace cuatro horas, que la red nos traduce: "El cristianismo es una metáfora del dolor, la soledad, la duda y la pérdida de uno mismo. Bajo la elusiva mortaja del amor". Es un cineasta insólito, una rareza: en The New Yorker nos contaron el mes pasado que, cuando tenía 8 años, copió el "Génesis" en un bloc de notas para "adueñarse de las palabras".
La tercera propuesta de una trilogía sobre culpa y redención
El director de "Hardcore" y de "Mishima", al parecer, no había planeado una trilogía cuando escribió y rodó "El reverendo" (con Ethan Hawke). Tanto en ésta como en “El contador de cartas” (con Oscar Isaac) y en “El maestro jardinero” (con Joel Edgerton) nos encontramos a tres personajes solitarios, molidos por la culpa y la soledad y por un pasado en el que hubo violencia, tres personajes que tratan de alcanzar la redención para curarse a sí mismos. Tenemos a un sacerdote, a un jugador y a un jardinero. Se relacionan con mujeres y van encontrando la manera de expiar sus pecados.
En el caso de la última, Edgerton interpreta a un horticultor, que a mí me parece uno de los oficios más nobles y extraordinarios del mundo, encargado de cuidar los jardines de una mujer rica y de enseñar a los jóvenes la profesión. Por las noches escribe algunos pensamientos en un diario, a los que acompaña con reflexiones en torno al cuidado de las flores. Por las noches también le asaltan las pesadillas de lo que hizo en el pasado (algo casi imposible de perdonar, y que no vamos a desvelar aquí).
Pero ya se ha convertido en otra persona, como él mismo dice. Atravesó un tiempo de juicios y tribunales, cambió de identidad, un agente vigila sus pasos y se entrevista con él de vez en cuando y cada día cuida los jardines y las plantas como si estuviera modelando a las personas, como si se obstinara en arrancar siempre las malas hierbas (porque él mismo fue una de ellas). Durante la película se relaciona con dos mujeres: la madura (Sigourney Weaver) y la joven (Quintessa Swindell). Y el espectador percibe en seguida que quiere salvarlas, protegerlas, cuidarlas. Porque, si antaño causó el mal, su pago actual consiste en hacer el bien. En librarse de la culpa que lo atormenta.
Aconsejamos ver los tres filmes en el orden en el que se rodaron. Y luego escuchar en línea las correspondientes bandas sonoras, compuestas por Lustmord ("El reverendo"), Robert Levon Been & Giancarlo Vulcano ("El contador de cartas") y Devonte Hynes ("El maestro jardinero"), que también son espirituales a su manera. Y, después, leer entrevistas con Paul Schrader y repasar su obra, que es inagotable.