En Disney está disponible desde hace poco la tercera temporada de "The Mandalorian", serie del universo Star Wars en la que continúan las aventuras de Din Djarin (Pedro Pascal) para mantener a salvo a su protegido, Grogu, un ser de la misma especie que el Maestro Yoda.
Djarin es un cazarrecompensas mandaloriano que rompió sus propias reglas en los primeros episodios para proteger a esa criatura verde, que en realidad es sólo un cachorro: por eso suele llamarlo El Niño.
Aunque quizá los guiones de esta nueva temporada sean menos atractivos o irregulares (hay cierto desequilibrio en la duración de los episodios: algunos abarcan casi una hora y otros apenas sobrepasan los 30 minutos), sin embargo la serie ha ganado en profundidad al explorar con mayor detalle los conflictos morales y religiosos de los protagonistas principales.
En Star Wars, ya incluso desde el primer filme del 77, George Lucas se ha servido siempre de calcos y variantes de diversas religiones. Si ya respecto a La Fuerza se mantenían conexiones con el cristianismo y los miembros de la Orden Jedi eran como monjes, en "The Mandalorian" esto se lleva aún más allá. Veamos algunos ejemplos:
Los mandalorianos, cuyo planeta fue arrasado por La Gran Purga, se guían por un código consistente en un Credo cuya máxima es "This is the Way" ("Éste es el Camino"). Es el Camino del Mandalore, que incluye protegerse entre sus miembros y jamás quitarse el casco delante de ningún ser vivo. Recordemos que, al final de la segunda temporada, Din Djarin se despojaba de ese yelmo, delante de otras personas, para rescatar a Grogu. El acto lo convirtió de inmediato en un apóstata, acorde con las normas de los Hijos de la Guardia.
Un apóstata en busca de redención
El primer episodio de la tercera temporada se titula, precisamente, "El Apóstata". Din Djarin conversa con La Armera, quien le revela que sólo hay una manera de alcanzar la redención y restaurar el credo roto: sumergirse en las llamadas Aguas Vivas de las Minas de Mandalore.
Éste será el propósito que le gobierne en los primeros capítulos: encontrar esas Minas y meterse en el agua. Para ello contará con la ayuda de Bo-Katan (Katee Sackhoff), una mujer que antaño rechazó El Credo y suele ir a cara descubierta. Cuando encuentran esas Minas y Djarin cae al fondo, Bo-Katan se lanza a salvarle el pellejo.
Esto incorpora dos consecuencias: al sumergirse ella misma en las Aguas Vivas, también se redime; al ver en el fondo al Mythosaurio, una criatura mítica que se consideraba extinguida y que formaba parte ya de la leyenda, vuelve a recuperar su fe.
Durante esta temporada veremos un par de ceremonias de iniciación con niños huérfanos (los mandalorianos suelen acogerlos, protegerlos y entrenarlos): consiste en un bautismo tras ponerles un casco e inducirles a que repitan un juramento. El propio Djarin ejerce ya como un padre adoptivo de Grogu, implicándose por completo en su defensa, en su educación y en sus preparativos. A veces, cuando ambos caminan junto a Bo-Katan, los tres parecen una familia.
Aunque en los nuevos episodios se cruzan personajes conocidos y otros que se presentan por primera vez, y encontramos tramas secundarias, todo este repertorio de credos, bautismos, recuperación de la fe, conflictos morales y necesidad de redención acaba siendo lo más interesante de la serie.
Los mandalorianos, guiados por códigos férreos y una fe ciega en El Camino, se parecen a monjes tanto o más que los Jedi. Esto confiere a "The Mandalorian" una textura profunda, acorde con unos valores y un compromiso que aún no han alcanzado otros spin-offs de televisión del mismo universo, como "Obi Wan-Kenobi" o "El Libro de Boba Fett" (serie, ésta última, que precisamente alcanza su punto álgido cuando Din Djarin interviene en la trama).
Para ahondar un poco más en los parecidos entre el Credo Mandaloriano y el Catolicismo, recomiendo leer la entrevista que Kate O’Hare le hace al Padre Vince Kuna (fan de la serie) en un artículo de la web Family Theater.