Un bebé siempre cambia las vidas de quienes se mueven a su alrededor.
Éste es sólo uno de los subtextos que se desprenden de la nueva película del director coreano Hirokazu Koreeda, gran explorador de la familia y sus posibilidades, de la pérdida y la muerte, como demuestran algunos de sus filmes: La verdad, De tal padre, tal hijo o la exquisita Un asunto de familia…
Ahora Broker, tras su paso por las carteleras, llega a las plataformas de streaming y supone una buena oportunidad para descubrir esta historia sobre madres arrepentidas, huérfanos, hospicios, desarraigos y gente necesitada de un núcleo familiar.
La trama comienza cuando, en una noche lluviosa, una chica abandona a su bebé a las puertas de una iglesia (donde ya disponen de una "caja de bebés" para que las criaturas no se queden a la intemperie).
Dentro, dos trabajadores a tiempo parcial se llevan al niño, a escondidas y sin que se entere el párroco, para encontrarle unos padres y que así no acabe en el hospicio; esta opción incluye la venta clandestina, por lo que es ilegal y desemboca en la vigilancia de dos mujeres policías para pillarlos in fraganti.
Al día siguiente la madre siente la culpa y regresa a buscarlo. Junto a los dos empleados (quienes, en horario diurno, trabajan también en una lavandería) intentará localizar a los padres más adecuados para su hijo.
Pero, minuto a minuto, los personajes van encariñándose con el bebé mientras lo cuidan. Incluso un niño de 8 años fugado del orfanato, que se suma a ellos en su viaje, lo considera ya como su hermano pequeño. Esta especie de familia temporal y atípica descubre las raíces del cariño y la necesidad de formar un núcleo familiar, pues todos ellos son desarraigados.
Las mejores intenciones
Puede que al principio los personajes nos parezcan dignos de crítica y censura, pero el director nos va desvelando las intenciones de cada uno y son loables:
La chica, So-young, ejercía la prostitución y sabe que no podrá cuidar al niño como se merece; siempre se negó a abortar y prefería que él tuviera una salida: por eso se obstina en encontrarle unos padres adecuados.
Dong-soo, uno de los trabajadores de la iglesia, fue abandonado de niño en un orfanato y su madre, pese a sus promesas, nunca regresó a buscarlo: el hombre vive sujeto a ese trauma y sus esfuerzos van encaminados a que los bebés no terminen en un hospicio.
Sang-hyun, otro de los empleados, cometió tantos errores que vive lejos de su familia; agobiado por las deudas, lo único que quiere es conseguir dinero para volver junto a ellos, pero también le preocupan las familias rotas y desestructuradas y los hijos sin padres ni madres. Hae-jin, el niño que se escapa, sólo quiere ser adoptado por Sang-hyun y vivir junto a él. Y a las dos policías las enfurece sobre todo la irresponsabilidad de la madre.
Una "familia"
Juntas conforman un grupo de personas desarraigadas que necesitan a alguien: un hijo, un padre, una madre… Por eso los personajes se van apreciando y comprendiéndose y siguen consultando a matrimonios para la adopción, pero en el fondo ellos saben (y el espectador lo intuye) que no lo harán porque se han encariñado con el bebé.
Kore-eda filma esta historia pro-vida con un toque de comedia ligera que le resta algo de gravedad al asunto y así no parece tan dramático como es en realidad. A ello contribuye la interpretación entusiasta y cordial de Song Kang-ho, quien fuera protagonista de la premiadísima Parásitos.
Sus personajes alcanzarán la redención al final. Todos los destinos de quienes se cruzan con el recién nacido se modifican: un bebé, como decíamos al principio, cambia la vida de quienes merodean a su alrededor. El director viene a decirnos que cualquier vida, aunque tenga unos días, es importante y cambia el provenir de otras personas y siempre tiene una opción.
Koreeda ha vuelto a regalarnos otro filme maravilloso en el que la periferia (los adultos) depende del centro (un bebé).