Durante la década de 1930, una monja polaca llamada Faustina Kowalska supuestamente tuvo revelaciones privadas de Jesucristo.
Las visiones que tuvo definirían la devoción de la Divina Misericordia, e inspiraron a San Juan Pablo II a establecer el Domingo de la Divina Misericordia el segundo domingo después de Pascua.
El 16 de diciembre de 1936, santa Faustina escribió en su Diario cómo ofreció su día por Rusia.
El día de hoy lo ofrecí por Rusia. Todos mis sufrimientos y oraciones los ofrecí por este pobre país. Después de la Santa Comunión, Jesús me dijo: no puedo soportar más este país. No me ates las manos, hija mía. Comprendí que si no hubiera sido por las oraciones de las almas que agradan a Dios, habría vuelto a la nada toda esta nación. ¡Oh, cuánto sufro por esa nación que espulsó a Dios de sus fronteras!
Esta entrada fue solo unos días después de que Joseph Stalin firmara la Constitución de la Unión Soviética el 5 de diciembre de 1936.
Durante el mismo año, Stalin comenzó lo que luego se llamaría La Gran Purga, donde 750.000 personas fueron asesinadas por su oposición al gobierno.
Buena noticia
La buena noticia es que la Divina Misericordia de Jesús triunfa sobre todo y que las "oraciones de las almas que agradan a Dios" pueden ayudar a cambiar el rumbo de cualquier guerra e incluso convertir los corazones de los líderes de Rusia.
Sobre todo debemos rezar con santa Faustina: "¡Jesús, en ti confío!".