Solemos recordar que Venezuela es un país sin data oficial. No la hay o, mejor, no se divulga. Dependemos felizmente -y vale la pena decirlo- de las investigaciones privadas, especialmente los estudios que emprenden las universidades independientes. Una en especial, la UCAB -Universidad Católica Andrés Bello de Caracas y sus ramas en oriente y occidente del país- ejerce un liderazgo académico reconocido en esta materia.
En esta ocasión, nos toca reseñar el más reciente esfuerzo que ha marcado un hito histórico y científico en la investigación psicosocial en Venezuela: Psicodata-Venezuela.
Único en su tipo
Como contradictoria y compleja describe la situación psicosocial de la población venezolana la encuesta Psicodata Venezuela, realizada por la Escuela de Psicología de la UCAB que dirige el joven sacerdote jesuita Danny Socorro.
El estudio es de carácter nacional y único en su tipo. Fue presentado el miércoles pasado en la sede de la UCAB en Caracas. Según expone el informe, el objetivo fue identificar y analizar las debilidades y fortalezas psicosociales de la población venezolana.
Se realizó entre diciembre de 2022 y enero de 2023, a partir de entrevistas a una muestra representativa de 1.500 adultos que participaron en la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), de todos los estratos sociodemográficos y todos los estados del país.
«Es conocido que la UCAB -escribe el provincial jesuita Alfredo Infante- a través de la ENCOVI, ha venido monitoreando las condiciones de vida de la población venezolana, en medio de esta emergencia humanitaria sistémica y multidimensional que atraviesa el país. En este contexto de profundo deterioro socioeconómico, ahora Psicodata pone el foco en cómo está impactando esta situación sobre la persona y la convivencia social, identificando, también, los puntos de apoyo en los cuales se puede asir cualquier intervención social que busque desatar posibilidades de superación y desarrollo humano».
A partir de los hallazgos, los investigadores de Psicodata Venezuela determinaron que las mujeres, las personas mayores de 65 años, los jóvenes de 18 a 24 años y quienes tienen menor nivel educativo representan los grupos más vulnerables desde el punto de vista psicológico.
No se puede confiar…
Psicodata Venezuela encontró que para 81% de la población, es decir, para 8 de cada 10 habitantes del país, no se puede confiar en la mayoría de las personas. Estos resultados, apunta el informe, se asocian «con tendencias a aceptar prácticas autoritarias de gobierno y con baja calidad de capital social».
Adicionalmente, 90% siente preocupación ante la situación nacional, 79% afirmó sentir rabia por saber a dónde ha llegado Venezuela y a 73% le entristece pensar en el futuro de la nación. Cuatro de cada 10 aseguraron que, con frecuencia, su estado de ánimo se ha ido deteriorando por estas razones. En promedio, el venezolano tiene un nivel medio de afecto negativo.
Otros datos de interés miden que para seis de cada 10 personas (64%), la principal fuente de estrés son los problemas económicos. El duelo asociado a la muerte o el éxodo masivo de venezolanos también está afectando la estabilidad emocional y personal de quienes se quedan. Según la encuesta, siete de cada 10 perdieron a un ser querido en los últimos dos años. El 75% indicó que en los últimos dos años ha experimentado la falta de familiares y amigos cercanos debido a la migración.
Entre los hallazgos más preocupantes están: casi un tercio (28%) de los encuestados indicó que siempre o casi siempre su capacidad de logro está limitada por no sentirse bien físicamente; 35% sugirió que no vale la pena seguir luchando porque «son siempre los vivos los que ganan»; 49% ha conseguido poco progreso en el logro de sus metas personales y 46% agregó que no vale la pena planificar porque las cosas son cuestión de suerte.
El venezolano se siente bien consigo mismo
El estudio reveló que la gran mayoría (78%) está contenta con cómo resultó su vida tras repasar su historia. El 76% reportó que es muy cercana a su ideal, 73% afirmó haber conseguido cosas importantes, aunque ese mismo porcentaje cambiaría algo de sí mismo si tuviera oportunidad. Solo un tercio de la población (31%) se siente decepcionada con sus logros.
Seis de cada 10 encuestados (59%) dijeron tener ganas de participar en actividades sociales o políticas. Esta intención es mayor entre quienes viven en condiciones más precarias. «Los pobres son quienes manifiestan mayor deseo de participar (77%)».
Observamos que, si bien la confianza en el otro ha sido vulnerada, partir de una valoración elevada de la propia experiencia y capacidades representa un peldaño arriba en la reconquista de la esperanza.
Con la publicación de esta encuesta, la UCAB presenta una tríada de propuestas al servicio del país. Por una parte, ENCOVI hace una radiografía de las condiciones de vida; en segundo lugar, el proyecto VÉNESIS2 (plataforma educativa web con ponencias de expertos sobre temas urgentes para introducir a Venezuela en la agenda de cambios globales) nos levanta la mirada y convoca a elevar el debate público para que vayamos construyendo consensos que marquen la ruta de nuestro futuro y nos permitan estar a la altura de los tiempos. Y, ahora, Psicodata pone la lupa en la persona, afectada por las condiciones de vida y llamada a superarlas.
Crear espacio de confianza
Entre las realidades más interesantes que muestra el estudio tiene que ver con el ámbito de la familia y la fe: Aunque la mayor parte de los venezolanos encuentra en la fe y la religión un aliado (80% reconoció rezar cuando enfrenta problemas), según Psicodata la población valora las redes de apoyo de su entorno en situaciones difíciles, especialmente la familia: 67% recurre a sus familiares para solicitar ayuda y tres de cada 10 buscan a sus vecinos. Sin embargo, solo el 9% acude a instituciones sociales, políticas, religiosas o deportivas cuando de solicitar auxilio se trata, lo que advierte la desconfianza percibida respecto a la capacidad de las instituciones.
El provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela cierra su comentario de esta manera:
«Rezar es un acto personal, es decir, está desmarcado de las instituciones religiosas, es un ejercicio de carácter familiar y privado».
«Como Iglesia, este hecho nos debe llevar a repensar nuestra pastoral porque, si la enfermedad psico-espiritual-social a superar es la «desconfianza», si la familia es el refugio y soporte en medio de la adversidad, si rezar y comunicarse con la trascendencia es la fuente más importante para afrontar los momentos difíciles y si, en medio de tanta desconfianza, existe un deseo de participar para promover el cambio, como la institución social más confiable nos toca escuchar este clamor que invita a atender espiritualmente a la persona concreta y a las familias, de modo que ese acompañamiento vaya sanando los hilos que somos cada uno y contribuya a crear espacios de confianza que posibiliten e impulsen los anhelos de participación y transformación, muchas veces reprimidos por el recelo y el miedo que ha inducido el modo de ejercer el poder», finaliza.