Esta forma de salir a la calle es nueva, pero no insólita. De hecho, en algunos pueblos era -y aún es- relativamente normal, sobre todo entre la gente mayor, salir de casa en ropa de cama, abrigados con la bata y en zapatillas.
Este comportamiento entraba dentro de la naturalidad de la vida y las relaciones que se establecían en un pueblo: la gente barría la entrada de su casa, hablaba con los vecinos más próximos o se acercaba a comprar el pan, en pijama. Era algo esporádico, lo que llamamos un "sube-baja".
Visto en las ciudades
Sin embargo, lo que sí es novedoso es que esta anécdota se haya convertido en los últimos meses en algo habitual. Sobre todo, en grandes ciudades. Allí donde nadie te conoce y la vida es más impersonal y el ritmo más acelerado.
Parece que, en países como China o India, sobre todo durante la pandemia, mucha gente adoptó esta manera de vestir: vivir la comodidad del hogar, pero a vista de cualquiera.
Por las calles de París
Pero ha sido en París, cuna mundial de la moda y el buen gusto, donde ha empezado a ser "normal" ver a jóvenes ataviadas con pijama, bata y zapatillas por sus calles y avenidas glamurosas.
Por esta razón se ha bautizado esta costumbre como Netflix-Baguette-Netflix. Es decir, estar en casa viendo series de televisión (en especial del canal Netflix) y tener la necesidad de comprar una barra de pan (en francés baguette) o realizar algún otro recado rápido, y volver a casa para seguir disfrutando del entretenimiento televisivo.
Pasear más allá del portal
No obstante, lo que se inició como gestión rápida y cercana -comprar el pan, bajar a por tabaco, tirar la basura o pasear al perro- ahora se ha alargado en el tiempo y en el espacio.
Así que algunos han adoptado este vestuario nocturno y casero para pasearse cómodamente por su ciudad.
Debate sobre los límites
Por supuesto este lifestyle ha generado mucho debate entre sus defensores y detractores. ¿Quién tiene razón? Hay gente que piensa que es divertido, otros creen que es una horterada, otros no le darán importancia, y para otros es el fin del mundo.
Lo que sí es cierto es que cada persona es libre de vestir como quiera y le venga en gana. Sin embargo, existen unos límites. Algunos son propios de la persona, otros de la vida en sociedad.
Os aportamos ideas para reflexionar, porque el tema tiene miga:
- La ropa es una señal exterior de nuestra identidad interior. Es el reflejo de nuestra personalidad y carácter y demuestra el juicio de una persona concreta. La manera en que vestimos nos identifica y puede ser nuestro sello personal. A veces la ropa incluso expresa nuestra función: es el caso de los uniformes de trabajo.
- Lo que vestimos y cómo lo hacemos es nuestro mensaje a los demás. Así que si analizamos nuestro outfit antes de salir a la calle podemos preguntarnos ¿Qué digo hoy (si salgo en pijama)? ¿Muestro mis valores y virtudes?
- Como cristianos debemos vestirnos en consonancia a lo que somos: seguidores de Jesús. En el Nuevo Testamento, Timoteo lo explica en su Primera Carta:
“Que las mujeres, por su parte, se arreglen decentemente, con recato y modestia, sin usar peinados rebuscados, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos”.
- Vestir con recato y modestia, no de forma chabacana. Si salimos a la calle nos presentamos ante el mundo, así que hay que hacerlo con dignidad, con la que Dios nos ha dado. No caer en las modas mundanas.
- Además, nuestra forma de vestir muestra nuestro amor y respeto por los demás. Somos personas que aman, por lo tanto, nos importan los demás. Si nos mostramos en pijama por la calle, quiere decir que no tenemos ninguna empatía por los otros, que sí hacen el esfuerzo de vestirse conforme a las reglas sociales (esto va más allá de la normativa que mande el Estado).
- Es más, ir mal vestido (¡cuidado por lo que cada uno entiende por mal vestido!) o en pijama significa que nos saltamos las normas de convivencia y somos unos provocadores. Y esa no es una actitud muy cristiana.
- Un cristiano debe transmitir armonía. Y la armonía en el vestir es buscar aquellas prendas que nos aporten como personas, de acuerdo con nuestra edad y nuestro cuerpo. Persona y vestir deben tener coherencia.
- La moda es una herramienta de comunicación visual. Aparte de mostrar cómo nos vemos a nosotros mismos, también refleja cómo nos queremos mostrar a los demás. Nuestra forma de vestir influye en la percepción que los otros se hacen de nosotros.
- En ocasiones podemos caer en la tentación de liberarnos de la necesidad de gustar al otro con la excusa tan actual del "todo vale". Pero nuestro aspecto no debe caer en la desidia ni mostrar dejadez.
- Al final, parece que mostrarnos en público en pijama sea puramente pereza. Hay un tuit circulando que refleja esta idea a la perfección: "Gran futuro espera a quien no es capaz ni de hacer el esfuerzo de vestirse para salir a la calle."
- Vestirse de una determinada forma y no de otra es una exigencia propia de nuestra sociedad. No atenta conta la libertad de expresión.
- La decisión de elegir una prenda u otra cuando abrimos el armario debe tener en cuenta el decoro, la modestia, el pudor, la cultura o situación y el sentido común.
A eso se le llama elegancia y lo han descrito muchos modistas. Para ser elegante hay que saber usar cada prenda para la ocasión y lugar.
Y si Dios no nos ha dotado con el sentido del buen gusto, sí que poseemos la virtud de diferenciar entre en modo de vestir cómodamente en la intimidad de nuestra casa y el modo de mostrarnos públicamente en la calle o en el trabajo.