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Sofía Carlota de Baviera: La trágica historia de la hermana pequeña de Sissí

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Sandra Ferrer - publicado el 18/02/23
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Falleció quemada viva en el incendio del Bazar de la Caridad por querer salvar a varios niños. A menudo se dice que la realidad supera la ficción.

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Una de las series que más éxito ha tenido en Netflix en los últimos tiempos ha sido "El bazar de la Caridad", una producción francesa que recrea el trágico incendio de este mercadillo solidario en el que perdieron la vida decenas de personas, principalmente mujeres y niños.

La serie arranca con este hecho real, aunque sus personajes son ficticios. Una de las protagonistas de verdad de esta historia fue la princesa bávara Sofía Carlota de Baviera.

Como si de una maldición familiar se tratara, Sofía Carlota tuvo una existencia triste. Cuando había soportado desengaños amorosos y profundas depresiones encontró consuelo en la religión. Pero fue demasiado tarde. Las llamas del Bazar de la Caridad terminarían con su proyecto de ayuda a los demás.

El idílico castillo de la familia de los duques de Baviera en Possenhofen fue el hogar de Maximiliano, su esposa Ludovica y la larga lista de hijos que fueron llegando al mundo. Sofía Carlota lo hizo el 22 de febrero de 1847 y vivió una infancia feliz junto a sus hermanos y hermanas, entre ellos la que se convertiría en emperatriz de Austria, Isabel, a la que todos llamaban cariñosamente Sissí.

En la juventud, empezó una bonita historia de amor con su primo Luis, príncipe de Baviera. Ambos amaban la música y disfrutaban de las obras de Wagner, compositor favorito de los dos. El idilio no llegó sin embargo a buen puerto. Una ilusionada novia acudió al compromiso en enero de 1867, una fiesta que congregó a toda la población.

En octubre de ese mismo año, dos días antes de la fecha fijada para la boda, Luis rompía el compromiso sin dar ninguna explicación convincente. Sofía Carlota quedó consternada y sus padres profundamente indignados. Ella encontró consuelo en los brazos de un fotógrafo, algo que sus padres no consintieron. Al año siguiente se casaba con el príncipe Fernando de Orléans, en una boda concertada por los duques de Baviera y que Sofía Carlota aceptó con resignación.

De este matrimonio de compromiso nacieron dos hijos que no consiguieron hacer feliz a la nueva duquesa de Alençon que pronto empezó a sufrir profundos episodios de depresión. Su marido intentó todo lo posible para curarla, pero cuando descubrió que había iniciado un idilio con otro hombre, mandó encerrarla en un hospital psiquiátrico.

La duquesa Sofía Carlota encontró su lugar en el mundo y la paz que necesitaba junto a las hermanas dominicas. Cuando ingresó en la Orden Tercera de las Dominicas, Sofía Carlota se instaló en París, donde se volcó de lleno en obras de caridad y beneficencia con un profundo fervor religioso. Uno de los eventos solidarios más importantes que se celebraba en aquella época en la capital francesa era el conocido como Bazar de la Caridad. En 1897 se celebró a principios de mayo y aglutinó a muchas organizaciones benéficas y órdenes religiosas, entre ellas las dominicas.

Sofía Carlota estaba feliz colaborando en el estand de su congregación. La gente se agolpaba en el edificio hecho de madera y materiales peligrosamente inflamables, en el que, además, se instaló un cinematógrafo en el que los hermanos Lumière mostraron algunas de las primeras imágenes en movimiento de la historia del cine. Todo parecía ir bien y el éxito iba a estar asegurado, como en anteriores ocasiones.

Pero un incendio en la sala de proyección hizo que el edificio se convirtiera en cenizas en menos de quince minutos. La estampida de gente intentando salvar su vida provocó muchas muertes por aplastamiento a las que se sumaron los fallecidos por el fuego. En aquel escenario de muerte, hubo personas que no dudaron en ayudar a los demás a salvar sus vidas aunque fuera a costa de la suya propia. Eso fue lo que hizo Sofía Carlota. No quiso abandonar el bazar hasta asegurarse que todos los niños que había cerca de ella hubieran podido salir. Cuando pudo hacerlo ella ya era demasiado tarde.

El cuerpo de la duquesa quedó irreconocible. Se pudo identificar gracias a las entonces novedosas técnicas forenses que analizaron su dentadura. La noticia de su muerte conmocionó a las personas que habían descubierto en ella un alma bondadosa. También a sus seres queridos, como la entonces emperatriz Isabel, que sintió un profundo dolor al conocer la desaparición de su hermana pequeña.

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