"Reconocemos los esfuerzos, pero condenamos la vergonzosa impunidad que se vive ante estos y miles más de homicidios. Anhelamos la paz en las comunidades de la Sierra y en todo el territorio nacional", dijeron los jesuitas en su carta abierta, subrayando lo que es un escándalo: que nueve de cada diez homicidios dolosos en México no se castigan.
Los sacerdotes jesuitas que han tenido una labor destacada en la promoción humana y espiritual (también material) de los pueblos originarios de la Sierra Tarahumara, unieron su voz "a la de miles de víctimas en este país, así como a la de muchos pueblos como el de Cerocahui (donde ocurrió el asesinatos de los padres Mora y Campos) que ya no quieren vivir con miedo e incertidumbre".
México cierra un año teñido de sangre con 433 hechos como los de Cerocahui en los que fueron asesinadas más de tres personas.
La estrategia federal de "abrazos no balazos" para combatir al crimen organizado no sólo no ha dado resultados, sino que ha empoderado a los criminales que ahora han fijado sus acciones contra la población civil.
Por ello, los jesuitas de la Tarahumara recuerdan en su carta que la paz solamente será posible en la medida en que haya una justicia expedita y real.
"La indiferencia y el silencio no son una opción y las muertes piden ser escuchadas", exclaman ante los escasos resultados en la busca de los autores materiales del cuádruple homicidio del 20 de junio pasado.
Respuestas estructurales
El mensaje hace un llamado a las autoridades de los tres niveles de gobierno para que se revise la estrategia de seguridad pública de la región y se adopten todas las medidas de protección para salvaguardar los derechos de las víctimas, pues continúan los asesinatos, las extorsiones, la tala clandestina y los desplazamientos forzados en la Sierra Tarahumara.
"Queremos respuestas estructurales a problemas estructurales. Nuestros hermanos jesuitas donaron la vida hasta el final, fueron asesinados sirviendo. Se llevaron sus vidas, pero nos dejaron la memoria para seguir resistiendo, la fuerza para seguir caminando en la Sierra y la dignidad para seguir hermanándonos con otras y otros", confiesan los sacerdotes jesuitas en su comunicado.
Desde que abrazaron a la comunidad rarámuri en la Sierra Tarahumara –a mediados del siglo pasado—las misiones, los misioneros y los voluntarios adscritos a la Compañía de Jesús no han dejado de crecer.
Son la voz de los sin voz, los bravos rarámuris que sobreviven en condiciones extremas y que han encontrado en los jesuitas leales defensores de los derechos humanos de esta etnia, famosa por su resistencia y capacidad de correr.
"Seguiremos levantando nuestra voz para exigir justicia, optamos por la memoria y resistiremos junto con el pueblo rarámuri y mestizo", recalcaron.
"La realidad actual de violencia visibilizada por estos homicidios no es una novedad y la Sierra Tarahumara atraviesa desde hace muchos años por una situación de inseguridad y violencia que no ha sido atendida de forma adecuada por las autoridades", dicen los jesuitas al finalizar su carta.