El 25 de octubre de 1970, el papa Pablo VI canonizó a 40 mártires que dieron su vida para mantener la fe católica en Inglaterra y Gales entre 1535 y 1681.
El primer ataque a los católicos
Cuando su predecesor Clemente VII no cumplió con el deseo de Enrique VIII de divorciarse de la reina Catalina de Aragón , el rey se hizo cabeza de la Iglesia y obligó a sus súbditos a aceptar su nuevo papel.
Así comenzó el intento de erradicar la fe católica en las Islas Británicas: cientos de laicos, sacerdotes y religiosos fueron torturados y ejecutados. Incluso hoy en día se desconoce el número exacto, escribe Giuliana Vittoria Fantuz en el libro Inglaterra de sangre (Ediciones Ares).
Censurado de los libros de historia
Este trágico evento apenas se menciona en los libros de historia. Y, en general, la reina Isabel I , fundadora de la Iglesia de Inglaterra, se presenta como guardiana del bien de sus súbditos.
De hecho, la población se convirtió lenta y dolorosamente en anglicana, sufriendo la persecución y la injusticia impuestas por edictos y leyes incluso bajo los sucesivos reinados desde Jaime VI hasta Carlos II, pasando por el régimen de Cromwell.
Sacerdotes, frailes y fieles asesinados
Casi 500 años después de su heroica muerte, observa el autor, estos santos son todavía un signo de esperanza. Con su ejemplo nos renuevan la invitación del gran pensador francés Blaise Pascal :
"Jesús estará en agonía hasta el fin del mundo; no hay que dormir en este tiempo".
Hay muchos sacerdotes, pero también frailes, monjes y algunos fieles laicos (mujeres y hombres) entre los cuarenta mártires de Inglaterra y Gales.
El caso del sacerdote jesuita Alexander Briant
Después de numerosas y atroces torturas, es condenado a muerte y, mientras está en el tribunal, se le ordena tirar la pequeña cruz de madera que había hecho en la prisión y de la que nunca se desprendió. Su respuesta muestra su fe:
"Nunca lo haré, soy un soldado de la Cruz y no abandonaré este estandarte hasta que muera".
Y cuando, finalmente, se lo arrebatan a la fuerza, añade:
"Puedes quitármela de las manos, pero no de mi corazón. Moriré por aquel que primero murió por mí".
La cruz de los discípulos
Sí, es la cruz la que da a los discípulos de todos los tiempos la fuerza para dar testimonio del Señor Jesús.
Y desde aquella primera Pascua en la que tuvo lugar la Resurrección, se inauguró el tiempo de la Iglesia en el que los bautizados están llamados a decir con sus vidas -con fe, esperanza y caridad- que Jesús es el Señor.