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Suele oírse que basta con desear algo con suficiente fuerza para que ocurra. Llevándolo al caso concreto del enamoramiento, Jane Austen (1775-1817) lo reformula así: "Seguramente, si nuestro afecto es mutuo, nuestros corazones se entenderán" para dejar inmediata constancia de su sensatez y realismo al considerarlo "argumento poco razonable".