Meses atrás hablábamos del inminente estreno de "Llegaron de noche", la película de Imanol Uribe en torno al asesinato, en noviembre de 1989, de seis sacerdotes jesuitas, una trabajadora y su hija en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) en San Salvador.
Una empleada de la limpieza descubrió desde la ventana de su residencia a los culpables y su testimonio fue contrario al del gobierno: ella insistía en que fueron soldados del ejército; el gobierno culpaba a los guerrilleros del FMNL. La empleada luchó por sostener la verdad.
Y la verdad era que aquellos jesuitas, que ejercían como profesores universitarios, eran incómodos para el gobierno. Ahora el filme se estrena en algunas plataformas de streaming.
Hay varias maneras de enfocar cinematográficamente un asunto en el que se mezclan la política, el compromiso religioso, la búsqueda de la paz, el asesinato con nocturnidad y alevosía, los tejemanejes del gobierno y las intervenciones del FBI para que el tema no se enturbie demasiado.
Uribe ha optado por centrar su película en Lucía Barrera (Juana Acosta, en uno de sus mejores trabajos para el cine), la testigo que trabajaba limpiando las dependencias de la universidad, y que residía allí junto a su marido y su hija.
Esto pone en marcha un dispositivo narrativo que incluye números flashbacks, interrogatorios bruscos, feroces y psicológicamente agresivos, cambios de domicilio en compañía de su familia y un trato (proporcionado por los federales y las autoridades salvadoreñas) que oscila entre el desprecio y la burocracia.
Lucía sólo quiere sacar la verdad a la luz tras aquella noche aterradora. Gracias a la actriz sentimos su agobio, su miedo, su incertidumbre. Ella no entiende cómo a unos hombres tan buenos y tan pacíficos como los padres los han asesinado. A Uribe le interesa la mirada de quien queda fuera de juego: una ciudadana normal que en realidad no pertenece a ningún bando (ni al ejército, ni al gobierno, ni a los jesuitas aunque trabaje para ellos).
El resultado final es una película sobria, agobiante a ratos al optar por el thriller político con un toque de suspense, aunque con menos tensión de lo esperado en su último tramo (cuando por fin vemos la secuencia de la matanza, casi filmada en un tono frío y documental).
El impacto de los jesuitas
A mi juicio, su mayor baza consiste en el breve e impactante retrato de tres de los sacerdotes de La Compañía de Jesús, muy diferentes entre sí y con tres actores totalmente entregados en sus interpretaciones.
A saber: Karra Elejalde da vida al Padre Ignacio Ellacuría, teólogo y filósofo de la Teoría de la Liberación y uno de los asesinados aquella noche, y construye un personaje en el que se perciben la sabiduría, la bondad y el sentido común.
Carmelo Gómez, quien por desgracia se prodiga poco en el cine, interpreta al Padre José María Tojeira, superior provincial de los jesuitas en aquella fecha fatídica y líder del proceso judicial que se abrió contra los autores intelectuales de la matanza, y el actor lo convierte en un hombre serio, preocupado, estricto pero justo.
Ben Temple tiene a su cargo el papel del Padre Paul Tipton, presidente de la Asociación de Institutos y Universidades jesuitas de Estados Unidos en aquel entonces, y lo recrea como un hombre impulsivo, bebedor, de una valentía y una franqueza que incluso alcanzan la agresión física, y aquí me ha parecido ver un guiño a los irlandeses impetuosos y pendencieros que retrataba John Ford en sus películas.
Es Karra Elejalde como Ellacuría quien pronuncia la frase clave de la película, que sirve de título a la historia: "Si me matan de día, sabrán que ha sido la guerrilla; pero, si llegan de noche, serán los militares los que me maten". A Uribe le fascinaban aquellos jesuitas y su largometraje es el modo de recrear aquella matanza, de rememorar unos hechos que no pueden olvidarse y de mostrarnos a un personaje que lucha por mantener la verdad en tiempos de amenazas y noticias falsas.