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¿Cómo se afronta la inminencia de la muerte cuando uno tiene hijos menores? Unos meses atrás hablábamos en este espacio de "Cerca de ti (Nowhere Special)", historia real de un padre enfermo que le enseñaba a su hijo de 4 años los caminos correctos en la vida y pretendía buscarle una familia que le acogiera cuando él muriese.
"No me dejes marchar (Don’t Make Me Go)" transita las mismas temáticas aunque con diferencias: para empezar, no es tan buena como aquella; en vez de apostar por el drama, se inclina más hacia la comedia; y el retoño, en este caso, es una adolescente metida en el habitual proceso de rebeldía y desorientación de su edad.
"No me dejes marchar" se estrenó directamente en Amazon Prime y ha sido dirigida por Hannah Marks, actriz y cineasta de la que nos sorprenden su juventud (29 años) y al mismo tiempo su madurez (aquí aboga por analizar las relaciones paternofiliales).
A Max (John Cho) lo abandonó su mujer para irse con el mejor amigo de él nada más nacer la hija de ambos, Wally (Mia Isaac). La muchacha atraviesa una fase de titubeos e inseguridades: no sabe si el chico que le gusta es su novio oficial o no; sospecha que su padre es un tipo aburrido; a veces le miente y, al tratar de arreglarlo, lo estropea más… Max se encuentra en una fase de revisiones médicas. El diagnóstico que le proporcionan es fatal: hay un tumor en su cabeza; si se opera pronto, es posible que no salga vivo del quirófano; si no se opera, puede que viva a lo sumo un año.
Tiempo en la carretera para conocerse mejor
Como en todas las cuestiones relacionadas con la muerte y el tiempo, el padre elige la segunda opción porque le garantiza más meses junto a su hija. Si aceptara la cirugía para dentro de una semana, tal vez en el quirófano se acabara todo. Max le oculta a Wally lo que sucede. Pero se le ocurre una idea: viajar con ella por las carreteras de Estados Unidos para encontrar a la madre y garantizar no sólo que se conozcan, sino que a ella le quede un resto de familia en la que apoyarse. El trayecto también les servirá para conocerse mejor, para limar asperezas, y para que aprendan mutuamente los entresijos de la vida. Al final descubriremos que el padre ha enseñado lecciones, pero también él ha aprendido algunas cosas de su hija. La perspectiva del filme es positiva.
En días solemnes como éstos, de celebración cristiana por El Día de Todos los Santos, conviene acercarse a películas como "Cerca de ti" o "No me dejes marchar" por cuanto suponen un paso hacia la aceptación de la muerte. Los protagonistas de ambas saben que les queda poco tiempo y no se permiten enredarse en juergas etílicas o en fiestas interminables: se dedican a mascar su mortalidad, a digerirla en silencio, a procurar hacer lo que esté en sus manos para que sus hijos no se queden solos. Max no habla de ello salvo con su amiga y amante Annie (Kaya Scodelario), porque con alguien hay que confesarse, con alguien hay que desahogarse.
John Cho y el giro final
"No me dejes marchar" acaba siendo una película que mezcla el "road trip" o viaje de carretera con las relaciones al principio tensas entre un padre y su hija, que aprenden a suavizar esas tensiones, a llevarse mejor. Aunque no es tan precisa como sí lo era "Cerca de ti", se ve con agrado y nos enseña que no hay nada equivalente a la familia de sangre. Casi al término de su metraje se produce un giro inesperado en la trama. En muchas de las reseñas que he leído sobre el filme se critica este giro argumental, se dice que echa por tierra el guión. A mí, en cambio, no me disgusta aunque nos deje un poso amargo: no me disgusta porque es sorprendente (uno no se lo esperaba) y opta por un desenlace atípico.
Por otro lado, es loable el trabajo de John Cho, un actor coreano-estadounidense que empezó haciendo comedias absurdas y saliendo en superproducciones como secundario y que luego se ha ido construyendo una carrera muy interesante con películas como "Searching" y "Columbus". Comprobar la química entre él y Mia Isaac resulta muy estimulante.