María Luisa Berzosa es religiosa de la Congregación Hijas de Jesús y licenciada en Ciencias de la Educación con especialidad en pastoral juvenil, además es una de las primeras mujeres consultoras de la Secretaría General del Sínodo.
En la actualidad, el papa Francisco está llevando a cabo una serie de catequesis dedicadas al tema del discernimiento y por ello decidimos conversar con esta experta en el difícil arte de conocer y descifrar el alfabeto del corazón.
Ella considera, entre otras cosas, que el buen humor del primer papa jesuita de la historia sirve de modelo para salir de una mirada rígida, apresurada (distraída) sin considerar al otro y, a menudo, en una sola dirección donde cabe solo la tragedia.
"Una vez en los momentos informales del Sínodo, le hemos preguntado al Papa por su alegría y buen humor, porque con todo lo que tiene a sus espaldas nunca lo hemos visto agobiado. Nunca con prisa. Yo creo que también es de personas inteligentes que pueden relativizar las cosas". "El Papa se detiene con cada persona. Te mira a los ojos".
Buen humor y espiritualidad
Berzosa recuerda cuando se presentó ante el Papa: "Papa Francisco, soy María Luisa Berzosa, Religiosa de la Congregación Hijas de Jesús". Y él le respondió mirándole a los ojos: "¡Pero, si Jesús no tuvo hijas! ¿María Luisa, qué estás diciendo?" (risas).
"Y siempre con ese humor que te descoloca, porque tú vas hablando en serio y con reverencia ante el Papa y él sale con un chiste que te descoloca completamente", aseguró Berzosa. "Las cosas son duras a veces, pero hay algo más… y mantener esa mirada relativa de que no todo es tragedia. Miremos otro ángulo de la vida", recomienda.
Entonces, recordamos juntos cuando recientemente un sacerdote saluda al Papa tras la audiencia general y le dice que era sacerdote español, desde hace diez años. Y el Papa lo mira risueño: "¿ Y yo que culpa tengo?" (risas).
– ¿Por qué es importante el discernimiento, sobre todo en un mundo en el que muchas personas, pierden la capacidad de reír y lamentan un sin sentido en sus vidas, especialmente en redes sociales?
«Quisiera comenzar por encuadrar el tema en algo más amplio: ¿Qué es la espiritualidad? Yo diría que es la búsqueda de sentido.
¿Qué es lo que me mueve en la vida? ¿Qué es lo que me apasiona? ¿Cuáles son mis valores? ¿Cuáles son mis preguntas profundas?
Esto diríamos, dentro de la espiritualidad, que vale para todo tipo de personas, creyentes, no creyentes, de una tradición religiosa o de otra.
Una búsqueda de sentido que convive con la tecnología actual, con las redes, con tantas cosas del mundo digital, mientras buscamos respuestas a las preguntas profundas de la vida.
Lo importante es no perder la capacidad de interiorizar, la capacidad de mirarnos por dentro, de escucharnos, etcétera.
Esto sería la espiritualidad, dicho sintéticamente; estamos hablando del discernimiento, que está entroncado, y no solo, pero desde mi experiencia, en la espiritualidad cristiana e ignaciana, de Ignacio de Loyola.
La espiritualidad ignaciana tiene una serie de elementos que coexisten con otras (espiritualidades)».
– ¿Qué es lo que hace tan específica la espiritualidad ignaciana?
«Una primera característica es que Ignacio invita a buscar y hallar lo que Dios quiere para mí, no lo objetivamente más perfecto, ni más brillante, ni más exitoso, sino buscar y hallar lo que Dios quiere para mí, para mi vida en este momento de mi historia, etcétera.
Una segunda es una visión universal con aterrizaje en lo local. Pensar en universal, en global, actuar en local en un justo equilibrio. La tercera es la encarnación, el aterrizaje, la mirada del mundo.
¿Claro, como miro el mundo, si el mundo para mi es negativo, si es malo, si tengo una mirada condenatoria o si tengo una mirada con lucidez crítica que me hace distinguir que en el mundo hay bueno y hay malo, que la cizaña está mezclada con el trigo para recordar el Evangelio?
Es importante también el tema del servicio. Yo estoy buscando mi sitio, mi lugar, lo que Dios quiere, mi vida en donación, mi vida en servicio, mi vida en entrega que supone dar y recibir, no solo dar.
Y finalmente, una cosa muy importante, en mi opinión para el discernimiento, es conocer la realidad personal».
– La cuestión que vale un tesoro: ¿Quién soy?
«¿Quién soy? ¿Qué me sucede, que siento? ¿Cuáles son mis sueños, cuáles son mis preguntas, cuáles son mis problemas, etcétera?
Ignacio insiste mucho en los deseos y dice: 'el deseo de desear', porque los deseos también lo sabemos psicológicamente nos impulsan, nos empujan, nos mueven.
Y entonces dice: 'conocerme en mi realidad interior', en línea de afectividad, sexualidad, las preguntas de la inteligencia emocional; qué siento, mis vivencias, mis sensaciones.
Es muy importante conocernos como personas, aceptarnos, asumirnos como somos. El tema de la autoestima. Entonces son rasgos personales y ambientales (globales), podríamos decir dentro de la espiritualidad ignaciana.»
– A la luz de lo anterior, ¿qué es discernir?
«Discernir es distinguir lo que está todo mezclado. Separamos la paja del trigo, vuelvo al Evangelio. Derivamos, separamos, distinguimos, discriminamos. Decimos: ‘Esto es así. Esto es de otra manera’.».
– ¿Para qué nos ayuda el discernimiento?
«Para elegir bien, para tomar buenas decisiones. En la línea con lo que decíamos antes, sí somos creyentes hacia el camino que Dios quiere. Si no soy creyente. Pues hacia aquellos valores que me dan armonía, que me sostienen como persona.
Pues para que mis decisiones sean coherentes, que sean encajadas en mi ser, en mi historia, en este momento vital y espiritual, etcétera. Y este discernimiento tiene un elemento importante a su vez, que para ayudarme a tomar esas decisiones necesito ser acompañada, acompañar y ser acompañada».
– ¿Por qué ser acompañado o acompañar en el discernimiento?
«Para que alguien me haga de espejo, así dicho coloquialmente, para que me ayude a objetivar, porque yo mismo, yo misma no puedo ser buen juez en mi causa».
– ¿Qué características debe tener un acompañador espiritual?
«Yo pongo un binomio: que la persona sea empática, además de la preparación y te de confianza.
Y segundo, al mismo tiempo que sea distante, o sea binomio; cercanía-distancia porque si hay mucho vínculo afectivo o laboral no me va a objetivar bien esa persona.
‘Es que mi amiga es mi acompañante espiritual’. No perdona, es tu amiga, no es tu acompañante espiritual.»
– ¿Qué es el examen?
«Es lo que en espiritualidad ignaciana se llama la pausa ignaciana, el examen, la revisión del día, que es al final del día, o cada dos días, o cuando cada uno quiera, pero de vez en cuando tomarse el pulso, digo yo, de lo que significa lo vivido:
¿Qué sentimiento ha predominado en mí? ¿A qué me impulsa ese sentimiento? ¿De qué tengo que pedir perdón? ¿Qué me gustaría agradecer? ¿Cuál es mi plan para mañana?
Y eso si, vamos tomando notas y vamos haciendo nuestro propio registro, nuestro propio diario, releyendo después, a posteriori, vemos por dónde va el hilo conductor de nuestra vida.»
– Estudiar el alfabeto del corazón…
«Es una pausa para escuchar el corazón: si es de cara a Dios en el caso de que seamos creyentes, si no somos creyentes, pues es importante saber por dónde va mi mundo emocional, mi mundo de deseos, mi mundo de agradecer y pedir perdón, porque todos estamos tocados por el bien y por el mal.»
– El Señor, no tiene un WhatsApp…
También tenemos que discriminar esto que está dentro de nosotros. Es para escuchar el corazón que, entre los creyentes decimos, es el hilo directo de comunicación del Señor a nuestro corazón.
El Señor no tiene un WhatsApp, no tiene un teléfono directo, tiene nuestro corazón donde recibimos lo que viene de fuera.
¿Por qué me he sentido así? ¿Por qué esto que me pasó con esta persona me ha producido tal montaña rusa que no puedo parar? ¿Y por qué aquella persona me dijo lo mismo y no me inmutó?
Todo eso que pasa en nuestra persona. Hay que aplicar esos ojos y oídos del corazón para hacernos cargo de nosotros mismos, porque es ahí donde nos jugamos la vida.»
– En Occidente hay una pandemia de depresión, baja autoestima y en algunos casos llega el suicidio, especialmente entre los jóvenes.
«Pues creo que el discernimiento puede ayudar para revisarme: ¿Cómo me siento conmigo? Hacerme preguntas, mirarme por dentro, con calma, con paz, no para condenarse ni juzgarse. No, no, esa no es la revisión, más bien dices: 'Bueno, éste soy yo, éstos son mis sentimientos, mi mundo afectivo, esto me sucede’, etcétera.
Pero eso no puede quedar en mí, porque si tengo muchos sentimientos negativos, si tengo baja autoestima, si me siento no reconocido, voy a entrar fácilmente en un ámbito que no puedo manejar yo solo.
Entonces eso, insisto, va de la mano de acompañamiento, de confrontación, encuentro con alguien que me pueda escuchar».
– Me recuerda la logoterapia de V. Frank…
«Yo en el acompañamiento, insisto mucho, si no puedes poner palabras a tus sentimientos, pues dibuja.
Aquí tienes un papel, aquí tienes unas pinturas de colores, exprésate, saca de ti eso que te está aprisionando, porque a veces los movimientos emotivos son como mochilas pesadas que no podemos más con ellas y que a veces no tenemos vocabulario para expresarlo, no porque no queramos, sino que no sabemos.
Porque el lenguaje afectivo no es el lenguaje intelectual, intelectivo, de sujeto, verbo y predicado. »
– Buscar una persona que te escuche...
«Sí, yo diría primero buscar personas con las que poder hablar desde dentro. Sí, llámese acompañamiento, llámese confrontación. Alguien que te escuche, que no te juzgue, que no te condene, obviamente, que te acoja en tu ser como tú eres, con lo que vives, con lo que sientes.
Poder hablar así de persona a persona es una práctica muy sanadora. Porque cuando tú hablas de escucha sacas aquello que te está molestando. Cuántas veces vamos a un encuentro muy cargados emotivamente. Y solamente hablarlo nos libera.
Es gracioso, porque a veces la persona te dice: ‘Gracias por lo que me dijiste, me ayudó mucho’. Y uno dice: ‘Sabes que no dije nada, te escuché, te sonreí y te acogí’. Nada más y nada menos.
Entonces esas cosas son terapéuticas. Sin que esté hablando de acudir a un experto en psicología. Claro si hay necesidad, se acude. Imagínate en la cantidad de duelos pendientes durante la pandemia porque no nos hemos podido despedir, porque la pandemia llegó y nos arrasó como un tsunami.»