Estos días hablaba con unos amigos que se preparan para casarse. Y una de las cosas que quería transmitirles es que, en el matrimonio, lo más importante es la libertad.
Cuando avanzamos en una relación de afecto con otra persona, desde el primer deslumbramiento de la atracción pasando por el enamoramiento para llegar a un amor maduro, necesitamos dos cosas: tiempo y verdad.
Contra lo que nos afirman constantemente, el tiempo no es un enemigo sino un aliado del amor: necesitamos el tiempo para recorrer ese camino del amor, para poder ir ganando en confianza que nos permita mostrarnos como somos; para conocer de verdad a la otra persona y formar nuestro proyecto de vida.
Tiempo y verdad son dos ingredientes esenciales del amor, fundamentales en dos aspectos:
- Por un lado, tiempo para conocer al otro y para que el otro me conozca. No superficialmente, ni sólo los aspectos más atractivos en los que nos fijamos al principio, sino en verdad: con la parte atractiva y con los defectos. Para poder elegir cada uno de nosotros si esta persona, que conozco en los momentos buenos y en los malos, es LA persona. Si no nos hemos mostrado en verdad (y hacerlo lleva tiempo), no conozco realmente al otro y el otro no me conoce: luego esta relación falla porque estoy iniciando una unión con la imagen que tengo de una persona, que no tiene por qué coincidir con la realidad.
- El segundo aspecto, también fundamental, es elegir qué tipo de relación quiero entablar con esa persona: ¿una relación de hecho? ¿una pareja abierta? ¿un matrimonio? No son sinónimos; tienen elementos comunes, pero hay muchas diferencias entre estas formas de vivir el amor.
¿Cuál es la que surge entre dos personas? Desde luego, en el matrimonio, la que los dos, libremente, decidan: porque nadie puede decir "sí, quiero" en nombre de otra persona; y sólo si las dos voluntades de los contrayentes quieren hacer surgir entre ellos un vínculo conyugal, quedan casados.
En consecuencia, es muy importante saber que ambos queremos lo mismo: imaginad que uno quiere un matrimonio y el otro una unión que se pueda romper. Sin duda habrá dificultades y sufrimiento cuando cada uno se comporte de manera coherente con lo que asumió para su relación. Si yo quería una relación para siempre, esperaré que estés siempre y a ti te parecerá una exigencia que no tiene por qué tolerar; si tú querías una relación que pudieras romper, te parecerá normal irte cuando quieras y yo sufriré por tu abandono.
Imprescindible ser sinceros
Precisamente. para evitarlo, es imprescindible que cada uno de nosotros seamos muy sinceros al expresar qué queremos en nuestra unión, de qué forma concreta queremos vivir nuestro amor. Hay que hablarlo claramente, sin dar por supuesto que, al usar una palabra, ambos le damos el mismo significado. Me explico: no basta con decir "quiero casarme contigo", porque hoy en día el matrimonio no se entiende de una forma única. Y así, no es lo mismo al proponer matrimonio entenderlo con su auténtico significado de matrimonio natural (varón y mujer en una unión de amor para siempre, fiel, fecunda) que con el significado que le dan las leyes civiles (una unión de dos personas que se rompe a voluntad de cualquiera de ellas).
El noviazgo no es algo pasado de moda, porque es necesario dedicar tiempo a estar juntos, hablar, escuchar, conocernos… Esto nos permite llegar a la verdad de la persona: te conozco, me conoces, sabemos que queremos estar juntos (o que no queremos, y entonces tenemos que romper). Hablar mucho y sinceramente de nuestro proyecto de vida juntos nos permite fundar nuestra unión sobre los mismos cimientos.
El matrimonio es elegir, desde la libertad que nos da la verdad, cómo queremos vivir un amor auténtico.