Mamen es una joven de 22 años con una historia inspiradora. El pasado 28 de agosto ingresó en el convento de Santa Verónica de las clarisas de Algezares (Murcia, España).
Nacida en Cartagena, su nombre completo es María del Carmen Cegarra Fernández. Es la segunda de 14 hermanos, de una familia del Camino Neocatecumenal.
Seguro que la experiencia en su familia -enviada en misión por el papa Benedicto XVI, hace 17 años- ha influido en su vocación.
Mamen estudió Enfermería, pero la llamada a la vida contemplativa ha sido muy potente. "Lo dejé todo por TODO", resume llena de felicidad, en su testimonio publicado por la diócesis de Cartagena.
Un proceso espiritual
En septiembre de 2021 participó en un encuentro para chicas en un convento de monjas que resultó crucial en su camino de vida:
Mamen repitió la experiencia en los meses siguientes y fue conociendo a las hermanas y experimentando su alegría "inexplicable".
"Desde entonces mi vida consiste en dejarme llevar", explica, confesando que hasta entonces siempre intentaba controlarlo todo.
"Nunca me planteé una vocación que no fuera el matrimonio"
Dos meses después, en diciembre de 2021, dejó su trabajo y se dedicó a viajar y a ayudar a su madre en casa. Fue un tiempo de madurez y de cambio.
"En aquel entonces yo estaba saliendo con un chico y estaba al 100 % segura de que quería casarme con él y quería formar una familia grande y cristiana -recuerda-. Nunca me planteé una vocación que no fuera el matrimonio".
Sin embargo, no fue un camino liso. Mamen buscaba la felicidad en muchos lugares: "en mi comunidad, en el dinero, viajando, en los afectos de aquellos que me rodeaban,... y me olvidé un poco de Dios y empecé a vivir mi vida según mis apetencias".
Dios todo lo cambió
Pero en mayo de 2022 pasó unos días en el convento y todo se aclaró:
"Él todo lo cambió. Le pude poner nombre a lo que mi corazón tanto ansiaba.
Me di cuenta de que el Señor ya me llamó antes y no quise responder por miedo. Hoy me pregunto: ¿A qué tenía miedo, a ser feliz?".
"Al segundo día de experiencia les dije a las hermanas: "Estoy haciendo la experiencia por protocolo, sé y tengo la certeza de que Dios me quiere aquí y me quiere así.
Palpé con mis propias manos y vi con mis propios ojos el amor tan grande que Dios me tenía a través de las hermanas.
Sentía una paz que no había sentido jamás y volví a recuperar esa felicidad que hace mucho tiempo perdí. ¿Cómo no responder a un amor tan grande?".
Mamen pidió la entrada al convento. Y en verano, el 28 de agosto, fiesta de san Agustín, celebró su ingreso.
Y ahora "soy la mujer más feliz, afortunada y privilegiada del mundo". Comprendió que "el Señor nos quiere felices y yo aquí soy feliz".
Y hoy reza con gratitud: "Señor qué grande eres y qué bien hecha esta mi historia. ¡Qué regalo ser elegida!".