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Veinticinco años después de su fallecimiento, todo el mundo conoce el nombre de la Madre Teresa de Calcuta; y el de sus Misioneras y Misioneros de la Caridad. Pocos saben, sin embargo, que para la santa la vida de oración y contemplación era tan importante que también fundó una congregación de religiosos "contemplativos".
La religiosa albanesa, su nombre de pila era Gonxha Agnes Bojaxhiu, fundó esta obra en Roma, el 19 de marzo de 1979; junto al sacerdote de origen indio, Sebastian Vazhakala.
Hoy día son unos cincuenta religiosos, que, además de Roma, están presentes en Tierra Santa (en Nazaret), La India, Albania, Nigeria y Ghana.
La diócesis de la Ciudad Eterna les ha reconocido desde 8 de diciembre de 1993 como una familia religiosa "contemplativa"; aunque no viven en estricta clausura, pues comparten su oración y su vida junto a los más pobres.
Contemplativos
Su fundador, el padre Sebastian explica que "la vida de oración es central en nuestra vocación. De hecho, es nuestro deseo y objetivo que toda nuestra vida se convierta en una profunda oración a Dios, en la que permanezcamos unidos a Él mientras nos dedicamos a todas nuestras diversas actividades, tanto dentro de nuestras casas como fuera de ellas durante los periodos de apostolado".
El sacerdote, que conoció a la madre Teresa cuando era un joven estudiante en La India, aclara que "para alcanzar ese nivel de unión con Dios (que, por supuesto, es principalmente obra suya y no se alcanza ni se merece por ninguno de nuestros esfuerzos), nos apoyamos en un sólido programa diario de oración comunitaria, que incluye la Santa Misa celebrada por uno de nuestros sacerdotes, al menos dos horas de Adoración Eucarística, la Liturgia de las Horas -de la que siempre cantamos Laudes y Vísperas-, el Rosario, las Letanías diarias, etc".
Estos religiosos, añade su cofundador, también reservan durante el día un tiempo "para la lectura espiritual y siempre hay algún tiempo para la oración privada adicional, si se desea. También tenemos la oportunidad de un día de oración profunda en completo silencio y soledad una vez al mes".
Penitencia
"La penitencia también desempeña un papel especial en nuestra vida para reparar tanto nuestros propios pecados como los del mundo entero – sigue explicando el padre Sebastian –".
"Tenemos la oportunidad de recibir el sacramento de la reconciliación con mucha regularidad y nuestra vida diaria se caracteriza por un espíritu de reparación".
Silencio
El religioso indio aclara que "no somos una orden estrictamente silenciosa -nuestras obras apostólicas lo prohíben-, pero fuera de los periodos de recreo prescritos observamos un espíritu de silencio y oración que respeta la necesidad de cada hermano de una comunión íntima y personal con Dios".
"Nuestra vida diaria incluye una serie de formas específicas de penitencia; pero más importante que todas ellas es la tendencia subyacente de nuestra vida en la que aspiramos a la conversión diaria al Evangelio aceptando con alegría todas las cruces que Dios nos envía. A menudo de forma inesperada, y que nunca faltan".
Apostolado
Para estos religiosos "el primer campo de misión es nuestro propio corazón, y el segundo nuestros propios hermanos de comunidad, que tienen especial necesidad de encontrar el amor tierno de Dios reflejado en nosotros".
Sin embargo, según sus Constituciones, también se comprometen activamente para ayudar a los más necesitados, según las circunstancias en las que están enclavadas cada una de sus comunidades.
Hábito gris
Una característica importante de la vida de estos contemplativos es el uso de un hábito – gris para los hermanos profesos – con un crucifijo en el hombro. Suelen calzar sandalias.
La oración matutina de la comunidad suele comenzar a las cinco de la mañana. El resto del día se desarrolla en estricta pobreza, reflejada en la sencillez de la comida y de los enseres para uso personal.
Para vivir el espíritu de pobreza, han decidido no tener objetos como televisores, radios y lavadoras…, aunque poseen, por ejemplo, furgonetas, "ya que son esenciales para nuestro trabajo al servicio de los necesitados", aclara el padre Sebastian.
Comparten todas las comidas en común, algunas de ellas en silencio.
En definitiva, el padre Sebastian resume así esta nueva vocación contemplativa en la Iglesia: "No somos contemplativos en el sentido de que nuestra vida sea perpetuamente silenciosa y estrictamente encerrada en el claustro; sino que, como afirman nuestras Constituciones, nuestra vida es esencialmente contemplativa, apostólica y misionera, una vida en la que la contemplación subyace a toda actividad".