Quizá porque la erosión de la libertad en los espacios políticos en Nicaragua –como lo afirma el Informe 2021 del Barómetro de las Américas— está afectando las relaciones interpersonales entre los ciudadanos, el cardenal de Managua, Leopoldo José Brenes, ha llamado a los fieles de este martirizado pueblo centroamericano a «confiar en el Señor y no en las estrategias».
Este llamado tiene que ver con el inminente cumplimiento de las dos semanas de arraigo domiciliario que sufre el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez. Brenes, quien no asistió al consistorio y a la reunión con los cardenales del papa Francisco (por la delicada salud de su madre) respondió así la presión que han ejercido algunos grupos para responder de manera directa –por parte de los obispos nicaragüenses—a la dictadura de Daniel Ortega.
Y es que, como señala el Barómetro de las Américas, «en los regímenes autoritarios, los sistemas de vigilancia estatal, los cuales suelen requerir la colaboración de los propios ciudadanos, pueden sembrar desconfianza entre vecinos cercanos y otros conciudadanos». También generan desconfianza entre quienes asisten a la Misa dominical en la Catedral de Managua. ¿Cuántos de sus vecinos de banca no son colaboradores del régimen sandinista?
Bajo nivel de confianza
En Nicaragua el 49 por ciento de las personas entrevistadas para el Informe 2021 del Barómetro de las Américas manifestaron desconfianza en sus vecinos. Indudablemente este porcentaje aumentará en 2022.
Los ataques a la oposición que ocuparon el año pasado, han sido sustituidos por los ataques, desde palacio presidencial, a la Iglesia católica. Y muchos de ellos han sido llevados a cabo por ciudadanos leales al sandinismo o auspiciados por el partido en el poder.
De hecho se trata del nivel más bajo de confianza registrado por las mediciones del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP por sus siglas en inglés) de la Universidad de Vanderbilt desde 2004. Entre 2015 y 2019 la confianza cayó del 61 al 51 por ciento. Y va en picada. «En otras palabras –dice el informe—a medida que el régimen de Ortega se ha vuelto cada vez más autoritario, la confianza de las personas de la comunidad se ha ido deteriorando en Nicaragua».
¿A quién iremos?
Según señalaba en su momento el secretario de la Pontificia Academia para América Latina, Rodrigo Guerra, uno de los puentes –el más importante dado que no existe Nuncio Apostólico en Nicaragua- para la negociación sobre el obispo de Matagalpa y los demás sacerdotes y fieles detenidos por orden de Ortega es, justamente, Brenes.
Por ello, en la actual coyuntura, las palabras del cardenal Brenes son medidas y expresan el consuelo que implica la fe. Durante la última misa dominical en la catedral de Managua dijo lo siguiente:
«La fuerza de los humildes es el Señor, (es) confiar plenamente en el Señor, no en estrategias, no en medios humanos, no en la lógica de este mundo, no en cálculos, no en grandes discursos, no en aplausos».
Las palabras del cardenal tienen un doble destinatario. Primero, la pareja presidencial Ortega-Rosario Murillo, quienes se han hecho del poder de la forma más autoritaria posible. Lo hicieron metiendo a todas las voces disidentes a la cárcel u obligándose al exilio. Y segundo, todos aquellos que pretenden callar a la Iglesia aumentando el caos y la desconfianza entre los fieles.
«Delitos contra la espiritualidad»
Los delitos que se han inventado para detener y mantener bajo arraigo domiciliario al obispo Álvarez y en la cárcel del Chipote a sacerdotes y seminaristas que lo acompañaron durante la detención en la casa curial del obispado matagalpino, dan idea de hasta dónde se ha extendido el encono de Ortega-Murillo en contra de la Iglesia. De hecho, la vicepresidenta y vocera del presidente, su esposa Rosario Murillo ha dicho que el obispo Álvarez está siendo investigado por «delitos contra la espiritualidad».
El mensaje de estas y otras detenciones arbitrarias (la policía dijo la actividades del obispo Álvarez eran «desestabilizadoras y provocadoras») es muy claro por parte del presidente Ortega. En ese caso, si se puede acusar de lo que sea a un obispo, a un cardenal, a un sacerdote, cada quien con tal de que sea leal al régimen, puede hacer lo mismo. La dictadura tiene como caldo de cultivo la desconfianza, el miedo, el temor al otro.
Brenes lo sabe muy bien. Por eso pide «confiar en el Señor» y no en estrategias de choque. Y porque «siempre (estará) el Señor, en medio de nuestros problemas, de las situaciones difíciles, siempre encontrará un momento en el que se haga presente».