Kasutera es un tipo específico de wagashi. La palabra wagashi se usa para referirse a la repostería tradicional japonesa. Pero Kasutera no es originalmente japonés. Al igual que la tempura, fue traída a Japón por misioneros jesuitas ibéricos en la segunda mitad del siglo XVI.
Kasutera se desarrolló en Japón durante el período Azuchi-Momoyama (1574-1600). Esta fue una era de unificación política bajo el daimyo Oda Nobunaga, quien estaba fascinado por el cristianismo. Y aunque nunca se convirtió, permitió que los jesuitas predicaran libremente en su dominio.
Comerciantes y misioneros portugueses
Portugal y Japón comenzaron a comerciar en 1543, siendo los portugueses los primeros europeos en llegar a las islas. Este primer período comercial a menudo se conoce como el período comercial de Nanban, en el que el puerto de Nagasaki, por iniciativa del famoso jesuita Gaspar Vilela y el daimyo (señor feudal) japonés Omura Sumitada (que se había convertido al cristianismo), fue cedido a la Compañía de Jesús.
Al ser el único puerto japonés abierto al comercio exterior, Nagasaki se convirtió en el centro del catolicismo japonés. Y así, los pasteles se conocieron como pasteles de Nagasaki, el nombre que se usa a menudo para referirse a kasutera.
A través de Nagasaki, los portugueses y los españoles introdujeron armas, tabaco, calabazas y kasutera en Japón. El pastel se podía almacenar durante mucho tiempo, por lo que era útil para los marineros que viajaban durante meses.
A medida que el azúcar se volvió cada vez más caro en la región, los pasteles de Nagasaki se convirtieron en un manjar, y se ofrecieron incluso al propio emperador.
Bolo de Castela
Kasutera es la derivación fonética de la palabra portuguesa Castela, que es otra derivación fonética del castellano (español) Castilla. El nombre completo portugués de la kasutera japonesa es Bolo de Castela, que simplemente se traduce como "pastel de Castilla". En Italia y Francia, el dulce se conoce como "pan español".
Con una miga bastante esponjosa y tierna, se elabora simplemente con huevos, harina y azúcar, como la mayoría de los dulces conventuales españoles. Lo que lo hace especial es su esponjosidad: los panaderos deben batir los huevos durante bastante tiempo para poder introducir suficiente aire en la masa para producir este notable efecto.
Luego, la masa se vierte en moldes cuadrados o rectangulares grandes, se hornea y se corta en formas rectangulares largas. Por último, se le añade encima un jarabe de azúcar japonés llamado mizuame.