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Trasplantado y amputado, transmite en Instagram sus ganas de vivir

Pablo Delgado y su esposa Sara.

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Pilar Velilla Flores - publicado el 19/08/22
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Amelia, de tan solo tres años y medio, se puso a aplaudir el día que su padre le explicó de la forma más inteligible que había perdido una pierna

Los niños tienen esa capacidad natural para normalizar un evento traumático. Amelia de tan solo tres años y medio se puso a aplaudir el día que su padre le explicó de la forma más inteligible que había perdido una pierna.

Pablo Delgado, madrileño de 45 años de edad, no ha tenido que adaptarse a la enfermedad pues la conoce desde que es un bebé.

“Es una ventaja. Desde que soy pequeño he estado ligado a una vida de hospitales, operaciones y trasplantes. Así que no he tenido que adaptarme, proceso que siempre genera una gran dificultad en el enfermo”.

Hijo de médico, éste se extrañó el día que le comunicaron que Pablo se había bebido un biberón de agua entero con tan sólo 6 meses. Su sospecha se confirmó cuando le dijeron que su hijo tenía un reflujo urovesical, una enfermedad grave que en el lejano 1977 no tenía muchas posibilidades de supervivencia.

"Lo normal es que el niño se muera"

Como buen padre movió tierra, mar y aire para hallar la manera de alargar la vida de su pequeño. Localizó al Dr. Gil-Vernet, especialista en enfermedades renales y precursor del trasplante de riñón, y escuchó estas palabras: “José Ignacio, de médico a médico, no tienes ninguna esperanza de éxito, lo normal es que el niño se muera, pero aún así haré lo que pueda”.

Es de bien nacidos ser agradecidos

“...aún así haré lo que pueda”. Y ese “lo que pueda” fue salvarle la vida. Pablo tuvo entonces el sueño de agradecer algún día al urólogo su hazaña.

Cuando Gil-Vernet contaba ya con 97 años, Pablo le escribió una carta y a través de su hijo pudo entregársela. Éste se emocionó pues recordaba perfectamente de quién se trataba. Al cabo de unas semanas, el médico falleció. Su escrito llegó justo a tiempo.

Gracias a la buena acción del doctor, Pablo sigue viviendo, aunque no es una vida fácil. Lleva a sus espaldas un total de 28 cirugías, entre ellas tres trasplantes que han resultado incompatibles, la amputación de una pierna, con riesgo de perder la otra, y un tumor. Además se conecta a una máquina de diálisis, desde hace ocho años, cinco días a la semana, procedimiento que le mantiene con vida, de lo contrario en 7-10 días moriría.  

Ante una vida difícil, mente ocupada

“Soy un tipo con suerte”, exclama Pablo en la entrevista con Aleteia. A pesar de ser enfermo crónico durante toda su vida, confiesa su truco para ver siempre el lado positivo de lo que le sucede y mantener la cabeza ocupada.

Pablo es investigador y profesor en el Grado de Fisioterapia de la Universidad Francisco de Vitoria. Actualmente está estudiando el Grado de Humanidades y su tiempo libre lo dedica al coaching animando a personas que pasan por algo parecido. También imparte conferencias, tiene una cuenta de instagram (@untrasplantado) y un blog (www.untrasplantado.com) donde explica su día a día. Recientemente ha escrito un libro “Diario de un trasplantado” que ha tenido muy buena acogida.

Qué le motiva

Todas estas iniciativas tienen un único fin: hacer apostolado con las personas que se le acerquen mostrándoles una forma de vivir positiva y feliz a pesar de las circunstancias que envuelven su vida.

Equipo SAP

Sara, Amelia y Pablo forman lo que él llama el Equipo SAP. “Me dan cada día la fuerza que la salud me quita”, asegura Pablo. La enfermedad además le ha permitido pasar más tiempo con su hija, hecho que valora enormemente.

Enamorado hasta las trancas de su mujer, Sara, está maravillado con las palabras del consentimiento que se dijeron el día de su boda que a día de hoy resuenan con fuerza: “en la salud y en la enfermedad… todos los días de mi vida”.

“A mis padres y hermanos no los elegí yo. Tampoco he escogido a mi hija, Amelia. Sara, sin embargo, me escogió a mí, aun sabiendo que estaba enfermo. Eso tiene mucho mérito y dice mucho de la categoría humana que tiene mi mujer”, exclama emocionado Pablo.

Él valora mucho el papel del acompañante del enfermo. “Es quien recibe las malas contestaciones, quien debe permanecer fuerte para levantar el ánimo del paciente”, detalla Pablo en referencia a su mujer que está al pie del cañón.

Rebelarse contra lo que nos pasa sólo aporta más sufrimiento

Hubo una época especialmente conflictiva, como es la adolescencia, en la que Pablo no encontraba sentido a su cruz. “Precisamente en la etapa que necesitas formar parte de un grupo yo me sentía bicho raro”. Tuvo una crisis existencial que le llevó a cuestionar a Dios el porqué de su estado. Sin embargo, al cabo de los años descubrió que “Dios no te manda nada. Es la vida y sus circunstancias. En cambio lo que sí da Dios es la fuerza y gracia para sobrellevarlo”. Desde que lo ve todo con este prisma tiene mayor serenidad y una gran confianza en el Señor.

En nuestra sociedad nos llama mucho la atención la enfermedad que visualmente impacta cuando a veces la que no se ve es la que nos puede quitar la vida. Me comenta Pablo que “el riñón es el problema aunque visualmente llame más la atención la pierna amputada. Con el muñón no me moriré”.

Hoy por hoy físicamente tiene dolor en el pie no amputado, no pasa más de 100 metros sin dolor, más la engorrosa diálisis que se realiza 5 días a la semana. A pesar de todo Pablo se encuentra emocionalmente fuerte. Es un gran ejemplo de optimismo y vitalidad.

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