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Todavía estábamos en la mesa y nuestros amigos estaban decidiendo cuándo organizar un almuerzo para celebrar los 3 años de su segundo hijo.
¿Por qué no queremos regalos?
En ese momento pregunto a Piero con curiosidad:
"¿Y por qué no quieres que tus tías te den un regalo?" “No les va bien, no quiero que gasten en mí”, responde. Insisto: “Bueno, vamos, aunque sea una pequeña cosa es suficiente, no les puedes negar este placer”. Piero sonríe pero no parece estar de acuerdo.
Entre risas y burlas empezamos a hablar del tema, y así descubro que a Piero no le gusta especialmente recibir regalos. No estoy seguro de qué responderle, admito que nunca pensé realmente en eso.
Esa vez no celebré pero recibí un regalo especial
Por la noche, pensando un poco, recuerdo un episodio relacionado con uno de mis cumpleaños que no celebré.
Mi cita había pasado hacía unas semanas cuando nos reunimos todos los familiares para la fiesta de mi prima y una de mis tías me pasó un paquete. Mi reacción fue incomprensible, no pude controlarme. Me agarró una vergüenza muy fuerte, casi no quería abrir el regalo, quería esconderme, escapar. Lo tiré lejos de la mirada de mi madre. Cuando descubrí que eran dos faldas hechas a mano por mi tía, la vergüenza aumentó.
Quiero decir, no había hecho una pizca de celebración, ni siquiera le había ofrecido un trozo de pastel, y ella me había traído un regalo especial en el que había estado trabajando durante meses.
¿No es vergüenza sino quizás orgullo?
Solo pensé en esto después de la charla con Piero. Hoy finalmente entiendo mi vergüenza de ese día. Lo mío no era realmente timidez sino orgullo, una incapacidad para aceptar un gesto gratuito e inesperado sin dar nada a cambio.
Como si todo tuviera que estar siempre regulado sobre el do ut des, como si uno tuviera que preguntarse cada vez: "¿cómo puedo pagar?", como si una vocecita en el fondo dijera: "no te lo mereces".
¿Por qué nunca debes decir que no a un regalo?
Unos días después estas consideraciones, llego a un pasaje del libro que estaba leyendo que me ofrece una respuesta sencilla y genial:
Algunos comentarios de los que "odian recibir regalos"
Pensé que no saber recibir era un "problema" para unos pocos y en cambio hablando con otras personas y navegando en Google me doy cuenta de que es todo lo contrario. Encontré un hilo en un foro titulado: “Odio recibir regalos”. Pego algunos comentarios:
Otro participante agrega:
Y a continuación:
"Saber recibir es tan importante como saber dar"
Nos sentimos bien cuando damos, estamos felices, satisfechos. ¿Por qué entonces permitimos que el orgullo niegue a otros la misma alegría y satisfacción? A partir de hoy intentaré tener esto en cuenta: