¿Será tan importante construir la torre más alta del mundo? Desde pequeño me midieron. Para ver si crecía de acuerdo con la media de mi edad.
La altura es importante. Ser alto, pero no demasiado. Sí lo suficiente. Nunca demasiado bajo. La altura importa. Hay que destacar por encima de la media.
Pero es que el hombre quiere construir las torres más altas del mundo. Llegar a lo más alto. Escalar las más altas montañas. Lograr los éxitos que nadie ha logrado antes.
¿Cómo se puede hacer para ser feliz sin la altura suficiente? ¿Cómo puedo estar en paz si no he logrado en mi vida todo lo que algunos presagiaron al ver mi capacidad, mis talentos, mis habilidades?
Quizás no ha sido posible, o no estuve a la altura. Es que es verdad que hace falta tener altura para la vida, para el amor, para la entrega.
No tengo que ser un diez en todo
Pero ser el más alto no es tan importante. No me obsesiono con ser el número uno, con ser el referente en los temas importantes, con destacar por encima de otros en los diferentes ámbitos de la vida.
No necesito ser alguien especial, superdotado o genial. Alguien al que se pueda uno acercar para elogiarlo.
Es difícil lograr lo que yo espero, lo que muchos esperan de mí. Me siento impotente y comprendo que la vida no se puede jugar en lograr lo que se espera de mí.
No siempre podré dar la talla. No me va a resultar todo. ¿Por qué me empeño en levantar la torre más alta del mundo? Es vanidad.
Expectativas incumplidas
Quiero lograr las mejores calificaciones, obtener el trabajo mejor remunerado, recibir los elogios más significativos.
Ser el mejor médico, el mejor abogado, el mejor maestro, el mejor sacerdote. Ser aquel que todo lo hace bien, en todo y siempre.
Aquel que no tiene dudas, no se equivoca nunca, siempre lo hace todo con la mejor intención. Ser el que resuelve todos los problemas, llena todos los vacíos, abriga todas las soledades.
Ese que siempre está ahí esperando con la respuesta correcta, el consejo adecuado, la mirada oportuna.
Ser el que utiliza siempre bien su tiempo, nunca pierde oportunidades importantes y sabe lo que tiene que hacer en cada momento.
Alguien dentro de mí debió poner esa programación como para que salte sin hacer yo nada.
Hay una expectativa incumplida en todos los que me miran. Como si temieran mi caída y esperaran que siempre tuviera éxito y lograr la altura más alta, la cima inalcanzable para el resto de los hombres.
Una fuerza que me aplasta
¿Seré capaz de conseguir todo lo que esperan de mí? Quizás incluso he dibujado un Dios que espera lo mismo.
Me creó limitado pero me exige que viva sin límites. Me creó con fallos y parece que me pide su perfección, no que sea fiel a la imperfección con la que nací un día.
La expectativa está arraigada en mi subconsciente. Como una fuerza demoledora que hace que no me quiera muy bien.
Decía una tenista que se siente exigida por lo que esperan los demás de ella: "La clave está en ser más amable conmigo misma".
Ser amable con uno mismo
Es una buena clave, sin duda, para ser más feliz, para tener una vida más plena, más llena de paz y esperanza.
Más amable escuchando las voces interiores que me llevan a gritar lo que necesito. Aunque parece que nadie me oye.
Me da miedo sentir que es más fuerte la exigencia en mí que la amabilidad, más demandante el grito que me pide que actúe que los brazos que me sostienen tranquilo cuando no sé bien qué hacer para levantar el mundo entre mis manos.
¿Podré construir la torre más alta del mundo? ¿Valdrá la pena la vida que vivo? No lo sé.
Quisiera dejar escritas bellas historias sobre mi vida. Inventarme poesías elogiando mis gestas. Algo épico de lo que acordarse. Una vida sin errores, sin fallos.
¿Cuánta vanidad hay detrás?
Soy despiadado con los que fallan, con los que yerran. Tanta vanidad en ese deseo de estar por encima de mis capacidades...
¿Cómo lograré vencer en todas las batallas si nací lleno de heridas? No lo sé, pero la exigencia habita dentro de mi alma.
Sé valiente, nunca un cobarde. Sé poderoso, nunca muestres tu debilidad.
Me da miedo que descubran que soy un fracaso, una mentira, una obra rota, un perdedor cobarde que nunca supo enfrentar su vida.
Temo no ser amable con mis debilidades y no ser capaz de abrazar todos mis miedos, cuando resurjan por encima de los mares. Me da miedo no quererme, no animarme.
Quiero alcanzar los cielos sin casi tener que esforzarme. Sólo Dios podría construir la torre más alta del mundo.
¿Cómo hay tanta vanidad corriendo por mis venas? No me importa la altura, miro al cielo. Sólo quiero confiar en lo que Dios puede hacer conmigo.