En 1218 nació una niña en el seno de una familia pobre de la Toscana. Criada por un padre trabajador y una madre muy piadosa, Zita aprendió rápidamente la humildad, el sentido del servicio y el amor a Dios.
También tenía un carácter muy suave y flexible a la voluntad de Dios. Su mayor lección es nunca olvidar que hay personas más pobres que uno mismo.
Sin quejarse y siempre con una sonrisa, iba todos los días al mercado a vender las verduras de sus padres.
Su familia era tan pobre que a la edad de 12 años la colocaron con la familia Fatinelli en Lucca para ser sirvienta.
Una pobre que ayudaba a los pobres
A pesar de la dureza de sus amos, era asidua en sus tareas y buena con todos.
Se levantaba muy temprano en la mañana para ir a misa y siempre ofrecía la mitad de su comida a los mendigos.
Por la noche, dormía en el suelo para dejar su cama a las mujeres de la calle.
Su paciencia y amabilidad despertaron los celos de los demás sirvientes. Era insultada y calumniada, pero soportaba las pruebas con gracia y dignidad, sin albergar el menor sentimiento de venganza.
Zita terminó conquistando los corazones de sus amos y sus compañeros. Cuando murió en 1278, toda la ciudad le rindió homenaje. Y se informa que muchos milagros ocurren en su tumba.