Esta mañana, domingo 3 de abril, el Papa Francisco ha rezado en la Gruta de San Pablo en Rabat, Malta, justo fuera de las murallas de la Medina. “Ayúdanos a reconocer desde lejos las necesidades de cuantos luchan entre las olas del mar, golpeados contra las rocas de una costa desconocida”.
Aunque es muy pequeña, la ciudad de Rabat es símbolo cristiano por excelencia de “acogida” y “evangelización”. Según la tradición, la Gruta, es el lugar donde San Pablo se alojó en el año 60 d.C., tras el hundimiento, debido a una terrible tormenta, del barco que lo llevaba a Roma para ser juzgado.
Por ello, el Papa rezó allí: (Señor) haz que nuestra compasión no se agote en palabras vanas, sino que encienda la hoguera de la acogida, que hace olvidar el mal tiempo, da calor a los corazones y los une”.
El Papa lanzó un mensaje espiritual para poner de relieve la difícil situación de los migrantes y refugiados, ya que la guerra de Ucrania envía un flujo de refugiados a través de Europa y otras guerras no cesan en Oriente Medio y África (Siria, Yemen, Sudán del Sur).
Ayer mismo se produjo la enésima tragedia del mar frente a las costas de Libia: más de 90 muertos, según los informes de Médicos Sin Fronteras (MSF). Ese mismo día, el Papa pidió no dejar sola a Malta y exhortó a toda Europa a asumir los flujos migratorios.
"Padre bueno, concédenos la gracia de un buen corazón que palpite por amor a los hermanos", es la oración del Pontífice en la Gruta de San Pablo que fue visitada por Juan Pablo II el 27 de mayo de 1990 y por Benedicto XVI el 17 de abril de 2010, con motivo del 1950 aniversario del hundimiento de San Pablo.
El Apóstol de los Gentiles permaneció en Malta durante tres meses, predicando, bautizando y curando a los enfermos. Con él llegó el cristianismo a la isla.
En la actualidad, se accede a la gruta de San Pablo desde la iglesia dedicada a él por un tramo de escaleras. El Papa ha bajado en ascensor, a causa de la gonalgia, dolor en la rodilla derecha.
El antiguo lugar de culto aún conserva sus paredes rocosas, alternadas con elementos arquitectónicos barrocos. A su llegada, esta mañana, a la Basílica de San Pablo, el Papa fue recibido por el Arcipreste y el Capítulo de la Colegiata.
Al final, el Papa firmó en el Libro de Honor y, al pasar por la iglesia de San Publio, en el interior de la Basílica, saludó a 14 líderes religiosos.
Luego se dirigió al interior de la Basílica de San Pablo, donde se reunió con los enfermos y las personas asistidas por Cáritas.
Segundo día en Malta
El Papa también ha tenido esta mañana un breve encuentro privado con miembros de la Compañía de Jesús.
Hoy es el segundo y último día de la visita apostólica del Sucesor de Pedro a Malta.
Durante la jornada, el Papa visitará la Plaza de los Graneros de Floriana, ciudad situada a las afueras de las murallas de La Valeta, para la celebración eucarística, en presencia de unos 20 mil fieles y representantes de las Iglesias cristianas y de otras confesiones religiosas.
Por la tarde, está previsto un encuentro con migrantes en el centro "Juan XXIII Laboratorio de la Paz”. Quizás unos de los momentos más emotivos y emblemáticos del 36º Viaje Apostólico.
Oración del Papa en la Gruta de San Pablo
Dios de misericordia,
en tu admirable providencia
quisiste que el apóstol Pablo
anunciase tu amor a los habitantes de Malta, que todavía no te conocían.
Él les proclamó tu palabra
y curó sus enfermedades.
Salvados del naufragio,
san Pablo y sus compañeros de viaje encontraron aquí para acogerlos gente pagana de buen corazón,
que los trató con una cordialidad fuera de lo común,
dándose cuenta de que necesitaban refugio, seguridad y asistencia. Ninguno conocía sus nombres,
su procedencia o condición social; sólo sabían una cosa:
que necesitaban ayuda.
No era tiempo para las discusiones,
para los juicios, los análisis y los cálculos;
era el momento de prestar auxilio;
dejaron sus ocupaciones
y así lo hicieron.
Encendieron un gran fuego,
y los hicieron secarse y calentarse.
Los acogieron con corazón abierto
y, junto con Publio,
primero en el gobierno y en la misericordia,
encontraron alojamiento para ellos.
Padre bueno,
concédenos la gracia de un buen corazón
que palpite por amor a los hermanos.
Ayúdanos a reconocer desde lejos las necesidades de cuantos luchan entre las olas del mar,
golpeados contra las rocas de una costa desconocida.
Haz que nuestra compasión
no se agote en palabras vanas,
sino que encienda la hoguera de la acogida,
que hace olvidar el mal tiempo,
da calor a los corazones y los une;
fuego de la casa construida sobre roca,
de la única familia de tus hijos,
hermanas y hermanos todos.
Tú los amas sin distinción
y quieres que sean uno
con tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor,
por el poder del fuego que enviaste del cielo,
tu Espíritu Santo,
que quema toda enemistad,
y en la noche ilumina el camino
hacia tu reino de amor y de paz.
℟. Amén.