No, Aleteia no se ha vuelto de pago… Si aún no lo has probado, leer artículos marcados con una pequeña "A" dorada es posible sólo con suscribirte, y no te pedimos ni te pediremos pagar a cambio. Al contrario, te ofrecemos más servicios aún. El más importante, nuestra red de 550 monasterios para rezar por ti.
Pero entonces, ¿qué sentido tiene cerrarlos? ¿Para qué "molestar" a nuestros lectores pidiéndoles que se suscriban?
Aleteia nació para difundir lo bello, lo hermoso y lo verdadero en redes sociales. Y como sabes, lo que "triunfa" hoy en el mundo digital es todo lo contrario. Aleteia va contra esta ola. Y esto no es del agrado de todos.
En los últimos dos años, Aleteia ha sido víctima de cambios de algoritmo por parte de los gigantes de Internet. ¿Será por los valores que defendemos?
Nosotros seguimos publicando artículos y videos de calidad, en cantidades cada vez mayores. Pero nos damos cuenta de que muchos de nuestros lectores ya no están en contacto con nosotros, en contra de su voluntad. Sencillamente, hemos desaparecido de su feed.
Teníamos que reaccionar y crear un vínculo directo con nuestros lectores, un vínculo de pertenencia a una familia de valores y de creencias, que ya no dependa de la buena voluntad de los que mandan en la red.
Aleteia Family permite esto: es mucho más que ofrecer artículos a nuestros lectores, es que te unas a una comunidad. Y queremos ofrecer aún más servicios a nuestros lectores en el futuro.
Empezamos en nuestras ediciones inglesa y francesa hace meses, y el resultado ha sido increíble. Quizás sea por la red de oración que ofrecemos, pero son más ventajas aún. Por ejemplo, poder comentar sin que te "troleen", o no tener que ver publicidad molesta. Y no, ni ahora ni más adelante te pediremos que pagues.
Además, ten en cuenta que la gran mayoría de artículos siguen siendo accesibles sin ser miembros Family, para seguir ganando terreno en el mundo digital y llegar cada vez a más personas en las redes sociales.
En el estancamiento y los valores negativos de las redes sociales, no olvidamos nuestra misión, perfectamente resumida en la oración de San Francisco:
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz
Donde haya odio déjame sembrar amor.
Donde haya dolor, perdón.
Donde hay duda, fe.
Donde hay desesperación, esperanza.
Donde hay oscuridad, luz.
Dónde hay tristeza, alegría.